Mas a Jerusalén he elegido para que en ella esté mi nombre, y a David he elegido para que esté sobre mi pueblo Israel. 2 Crónicas 6:6 RVR1960
Queridos amigos, Dios elige y nosotros no entendemos ni el cómo ni el por qué, solo nos queda aceptar sus elecciones como de quien vienen.
Dios tiene como atributo la perfección y si su elección por algún motivo no fuera la adecuada pensaríamos que eso de alguna manera indica imperfección, por lo que dejaría de ser perfecto. Entonces, partiendo de dicha premisa, toda elección realizada por Dios es siempre perfecta, porque sabemos que Él es perfecto.
Si asumimos que Dios es perfecto, también estamos de acuerdo en que Él no puede cambiar. Si yo fuese perfecto hoy y cambiase mañana, ¿seguiría siendo perfecto? Quizás haya cambiado a un estado mejor, lo cual significaría que no era perfecto, y si cambiase a un peor estado estaría yendo en contra de todo concepto de perfección, porque no era perfecto de inicio. Cualquier cambio en Dios le quitaría su condición de perfecto, por lo que Dios para ser perfecto también debe ser inmutable.
Entendiendo estos conceptos llegamos a la conclusión que Jerusalén y David fueron elegidos una vez y para siempre. Por una parte está la perfección de Dios que hace que su elección sea perfecta y por otra está su inmutabilidad que hace que su elección no cambie.
Dios quiso que sobre la ciudad de Jerusalén estuviera su nombre y eligió a David para que estuviera sobre su pueblo. De la misma manera Jehová eligió a Moisés para que sacara a su pueblo oprimido de Egipto y en tiempos más remotos eligió a Noé para que se pudiera mantener la raza humana con Adán como padre.
Ni Abraham ni Moisés ni David ni Pedro y tampoco Pablo fueron tan buenos y justos como para merecer el llamado de Dios, simplemente fueron escogidos dentro de la perfecta visión y de los perfectos propósitos del Señor.
Algunos quizás dirán que Él sabía que estos hombres iban a darle la respuesta que esperaba y que por eso los eligió. Eso no lo sabemos, pero lo que sí conocemos es que todos ellos pecaron y se hicieron merecedores de castigo. Lo mismo sucede con todos los que somos apartados para Cristo, ninguno es merecedor de ser escogido y a pesar de ello Dios elige.
La humanidad entera vive sujeta a la misericordia de Dios, la cual opera todo el tiempo. Cuando vemos en las noticias que el político tal está siendo encarcelado por corrupción o que el hombre tal está siendo juzgado por feminicidio, debemos recordar que Dios en su justicia debe castigarlos, pero como Él es lento para la ira por su misericordia no los extermina de inmediato. Lo mismo sucede con todos los otros pecadores de este mundo, incluidos nosotros.
Observamos que todos somos beneficiados con la misericordia de Dios, sin embargo no todos se benefician de Su gracia. Unos dicen que porque la rechazan, es decir no la quieren recibir, y otros porque simplemente Dios no se las regala de manera que no son escogidos.
Dios nos escoge de manera perfecta a pesar de que no existe el más mínimo motivo a nuestros ojos o a la vista de nuestra consciencia para que lo haga. De esa manera fueron escogidos los grandes representantes de Dios en la tierra y de la misma forma es elegido el más pequeño de los creyentes.
Tengamos por seguro que toda elección de Dios es perfecta y buena y que Él no opera injusticia cuando elige o deja de elegir. Tanto Su misericordia como Su gracia y Su justicia están en perfecta armonía y no hay posibilidad que se contradigan porque se enmarcan en la perfección del Dios maravilloso que acompaña nuestro pasar por este mundo.
Les deseo un día muy bendecido.