Y sabemos que Dios no oye a los pecadores; pero si alguno es temeroso de Dios, y hace su voluntad, a ése oye. Juan 9:31 RVR1960
Queridos amigos, el famoso dicho «no hay peor sordo que el que no quiere oír» significa que el que el que no comparte opinión con otro, difícilmente aceptará la posición contraria.
Eso es precisamente lo que sucede con una gran cantidad de personas que de alguna manera son confrontadas con el Evangelio de Jesucristo.
Algunos objetan el pecado diciendo que en verdad no existe, otros aducen que los humanos solo cometemos errores. Para otros la cruz de Jesucristo es plena locura, así como el derramamiento de su sangre se reduce a solo un acto cruento. Para muchos hablar de la deidad de Cristo representa una ofensa y ni que decir de la resurrección.
Ahí tenemos algunos ejemplos de la sordera y ceguera espirituales, que no permiten oír ni ver más allá de lo físico, de lo terrenal.
Es a través de la falta de esos sentidos espirituales que el hombre no entiende lo relevante, que es hacer la voluntad de Dios.
Ser temeroso de Dios no significa tenerle miedo al Creador, sino serle reverente, lo cual implica tenerle en sumo respeto, lo cual a su vez significa vivir para hacer su perfecta voluntad.
El que es sordo espiritualmente no está en condiciones de creer a la verdad por lo que pone parámetros inadecuados dentro de una posible vida religiosa, por ejemplo se convence que siendo buenito puede ser salvo.
Por otra parte, busca evidencia convincente y toda evidencia que pueda encontrar no es nunca suficiente. El problema es que su fe es intelectual y solo a través de la fe genuina se puede creer en Jesucristo como verdadero Señor y redentor que además resucitó de entre los muertos.
Finalmente, el que no cree de verdad tiene una visión parcializada sobre una base puramente subjetiva, niega los hechos objetivos y está centrado en sí mismo lo cual le imposibilita hacer la voluntad de Dios.
Esa sería la descripción de un pecador que vive diciendo que cree, pero apenas es confrontado un poco con la Palabra entra en dudas y subjetivismos.
Podemos consolarnos con que Dios en su misericordia puede oír a cualquiera, sin duda que eso es posible, pero el punto es claro en decir que Él no oye a pecadores como regla general.
Lo cual lleva a concluir que los pecadores que se refieren a Dios por cualquier motivo no son oídos por Él y que los que sí son oídos son los arrepentidos que han sido justificados por la muerte de Jesucristo en la cruz, pues éstos tienen sembrado el gran anhelo en su corazón de vivir en obediencia haciendo la voluntad del Gran Yo Soy.
Que tengan un hermoso día bendecido por nuestro maravilloso Dios.