Por tanto, os hago saber que nadie que hable por el Espíritu de Dios llama anatema a Jesús; y nadie puede llamar a Jesús Señor, sino por el Espíritu Santo. 1 Corintios 12:3 RVR1960
Queridos amigos, el entusiasmo religioso de estos tiempos conduce a muchos a afirmar que son cristianos, pero en los hechos no reconocen a Jesucristo como su Señor, porque en su diario vivir no se someten a su señorío.
Existe el concepto de cuánto más grande la congregación a la que se asiste, mayor la unción del pastor a cargo. Así mismo, existe la idea de que las personas se pueden convertir en masa, lo cual no es imposible para Dios, pero no es la forma usual en la que Él manifiesta su obra. De igual manera te hacen creer que repitiendo una oración como fórmula mágica ya eres convertido. En lo personal yo sospecho de las “iglesias” demasiado grandes y de sus pastores.
Cualquiera puede aseverar, que está hablando en el nombre de Dios, y muchos lo hacen, por ello el mundo está lleno de falsos maestros. En estos tiempos es imprescindible estar alerta y no aceptar con facilidad las palabras de alguien que anuncia a Jesucristo. Es necesario verificar su veracidad escuchando sus palabras, pero sin conocer la Biblia será muy fácil caer en el engaño.
Puedo hablar por experiencia propia, pues caí en congregaciones de falsa doctrina, donde entre mi ignorancia y mi anhelo por seguir a Dios, aprendí e hice cosas de las que ahora me rio, pero podría estar llorando. Gracias al Señor que me condujo finalmente al lugar adecuado, caso contrario seguiría inmerso en un mundo muy religioso, pero muy poco cristiano.
Es común observar casos de emocionalismo histérico acompañado de acciones compulsivas a través de engaños psicológicos, perpetrados por comerciantes de la fe, que mienten a sus seguidores en nombre de Jesucristo, haciéndoles creer que son convertidos. Pero nadie puede ser hijo de Dios y llamar a Jesús Señor, sino por el Espíritu Santo.
El Espíritu de Dios que mora en el cristiano verdadero es un Espíritu de paz y de orden. Con absoluta seguridad puedo afirmar que las escenas de acciones compulsivas, exaltadas y hasta descontroladas no están relacionadas con el obrar del Espíritu Santo, parecen ser más bien una efectiva herencia del paganismo. Lo extático o el entusiasmo dentro del culto no son señales de espiritualidad. La presencia del Espíritu apacienta y no perturba a las personas.
Tanto judíos como Romanos estaban interesados en no reconocer a Jesús por lo que realmente era. Los judíos estaban convencidos de que se trataba de un hereje malhechor e impostor, que además fue colgado de un madero, motivo suficiente para llamarlo anatema. Anatema significa estar alejado de Dios sin esperanza de redención, por lo tanto, maldición.
Exigían, por ejemplo, a los prosélitos pronunciar la maldición sobre Jesucristo para permitirles ingresar en la sinagoga y no ser excomulgados del culto judío. El mismo apóstol Pablo admitió que uno de sus propósitos en la persecución de cristianos era la de hacerlos declarar que Jesús era anatema.
Por otro lado estaban los romanos que tenían como título oficial de su emperador “Kyrios” o sea señor, una palabra extraordinaria y poderosa. Ellos se ocupaban de que todos reconocieran a César como su señor, haciéndoles repetir “ César es el señor”, pero aquellos que se resistían para insistir diciendo: “Jesús es mi Señor” era porque su máxima lealtad estaba puesta en Jesucristo.
Ninguna aseveración que denigre a Jesús puede originarse en el Espíritu Santo, pero toda alabanza a Jesús es atribuible al Espíritu y a su obrar. El señorío de Jesucristo no es algo que las personas descubren y aceptan por sí mismas, es la revelación de Dios a través de Su maravillosa gracia. Sin la gracia de por medio nadie llama Señor a Jesús en la profundidad de su significado con el claro conocimiento de que debe someterse y humillarse ante Él.
Les deseo la bendición de gracia.
“Es mejor decir la verdad que duele y luego sana, que la mentira que consuela y luego mata”. A.R.