Me he hecho débil a los débiles, para ganar a los débiles; a todos me he hecho de todo, para que de todos modos salve a algunos. 1 Corintios 9:22 RVR1960
Queridos amigos, hace poco vi una película llamada “Come Sunday” sobre la vida de un obispo pentecostal que acaba desvirtuando la sana doctrina.
Más allá de tratarse de un film satánico, porque termina dando un mensaje en extremo engañoso y completamente contrario al evangelio de Jesucristo, me llamó mucho la atención la forma de expresarse que había entre los obispos o pastores: decían que ellos salvaban vidas en el sentido espiritual.
Ellos manifestaban que lograban que sus seguidores recibiesen a Jesucristo y por tanto los salvaban. Considero que dicha forma de expresarse puede llevar fácilmente a confusión y error. Recuerdo a una tía evangélica que se pasaba todo el tiempo hablando del Señor a la familia. Las palabras de uno de mis primos fueron: “la loca quiso convertirme”.
El error de mi primo estaba en pensar que una persona podía convertir a otra a Jesucristo. Así mismo decir que alguien salva a otro es grave error de concepto.
Ya se estarán preguntando por qué el apóstol Pablo se expresa de manera similar a los pastores mencionados, especialmente si él era una de las personas que más dominaba la Palabra de Dios. Su condición de apóstol no le confería ningún poder especial para salvar a nadie, incluso estando acompañado del poder del Espíritu Santo para realizar milagros de hasta revivir muertos.
Solo y únicamente Dios está en condiciones de obrar su poder para la regeneración espiritual, nuevo nacimiento y conversión en hijo de Dios y siervo de Jesucristo. El Dios trinitario en su persona de Espíritu Santo, a través de la obra de su otra persona Jesucristo, puede llevarnos de una situación de muerte espiritual en delitos y pecados a una condición de vida espiritual en Cristo Jesús alejados del pecado, y no así un humano por más apóstol, profeta, obispo, pastor o maestro que sea.
El hecho de que un humano diga que salvó a otro puede llevar con facilidad a un falso orgullo, y así también a que otras personas le atribuyan poderes inexistentes. Eso suele ocurrir en el mundo del iglesianismo, donde el pastor es exaltado y visto como el nexo directo con Dios.
Iglesianismo es un término acuñado de la unión de las palabras iglesia y cristianismo. En el cristianismo Cristo lo es todo, en tanto que en el iglesianismo la iglesia es tan importante como Cristo. En estos días tenemos demasiado iglesianismo y muy poco cristianismo.
Estoy seguro que el apóstol Pablo se daba la libertad de expresarse de tal forma, porque era siervo fiel de Jesucristo y sabía perfectamente que era utilizado como instrumento de Dios para evangelizar, haciendo que el poder del Evangelio obrara en aquellos que habían sido llamados.
Si Pablo tenía algo de que gloriarse era solo el ser un simple instrumento de Dios. Cuando me siento a hablar del Evangelio a otras personas, le ruego al Señor ser su instrumento efectivo; me sentiría tremendamente bendecido por tener el honor de ser utilizado como instrumento del Señor para convertir a alguien.
Pablo se negó a sí mismo para servir a Cristo. Él se acomodaba a cualquier situación, haciéndose débil cuántas veces fuese necesario, es decir sin imponer sus criterios. Su objetivo central era evangelizar para salvar almas para Cristo, y no dudaba en renunciar a todo anteponiendo su amor por el Evangelio.
Es notable observar que el apóstol a pesar de conocer el error en otros no lo hacía evidente de manera directa. Por ejemplo, sabía que la ley ceremonial había sido abolida por Cristo, sin embargo, no contradecía a los judíos y se sometía a ella con el objetivo de ganar su confianza y conseguir que oyeran el Evangelio.
Sin duda esto representa una gran enseñanza para quienes tenemos el anhelo por evangelizar. No obstante la capacidad demostrada para acomodarse a las diferentes situaciones, es de suma importancia tener en claro que el apóstol Pablo en ningún caso incumplía las leyes de Cristo en su afán de complacer al hombre.
Les deseo un día muy bendecido.