Por lo cual puede también salvar perpetuamente a los que por él se acercan a Dios, viviendo siempre para interceder por ellos. Hebreos 7:25 RVR1960
Queridos amigos, el contexto de este versículo menciona a los sacerdotes humanos, que llegado el día de su muerte dejaban vacante su cargo, el cual pasaba a manos de otro que podía ser más o menos efectivo en sus funciones sacerdotales. Se trataba de humanos débiles y mortales, incapaces de salvar las almas de los que acudían a ellos, porque tampoco podían salvar sus propias vidas.
En Cristo Jesús hay vida eterna, Él se mantiene vivo por sí mismo y a través de su poder puede dar vida espiritual eterna a los que confían en Él como Señor, salvador e intercesor. Él es Sumo Sacerdote según el orden de Melquisedec y su sacerdocio nunca pasará a otro, y por lo tanto, Él estará ahí siempre para los que acudan a pedirle ayuda.
Ni la muerte lo imposibilita, ni la enfermedad lo debilita y ni el pecado lo inhabilita. Su sacerdocio es inmutable e indisoluble. Él ejerce su ministerio sacerdotal desde el cielo sentado en su trono a la diestra del Padre.
El pacto mosaico bajo el cual sacerdotes humanos (levitas) eran designados ha sido reemplazado, el ritual externo ha dejado de existir a favor de una nueva dispensación de características internas, que trata con el carácter y el corazón. Dicho pacto cumplió un propósito temporal, pero a partir de la llegada del Señor Jesucristo estamos viviendo en un nuevo orden eterno, firme e inamovible, en el cual los creyentes verdaderos pueden ser perfeccionados. Este es un mejor pacto, pues puso a los convertidos bajo una libertad clara del pecado, la salvación eterna y privilegios abundantes.
Después de haber existido multitud de sacerdotes, ahora tenemos en el sacerdocio a nuestro Señor Jesucristo. Existe un sólo sacerdote y el mismo para siempre. Cuan seguro y feliz se puede sentir el creyente al contar con un Sumo Sacerdote capaz de sacarlo del hoyo de la perdición sin importar la dimensión de sus pecados.
Este maravilloso Sacerdote actúa como intercesor ante el Dios Padre. Él vive perpetuamente para interceder por el creyente, a quien nadie puede condenar gracias a Su continua intercesión. Y aquel que es poderoso para guardarlos sin caída, y presentarlos sin mancha delante de su gloria con gran alegría (Judas 1:24).
Todos morimos, pero Jesús se entregó a la muerte de cruz para que los que creen en Él no mueran espiritualmente. Él nos concede una extraordinaria confianza en su obra redentora a nuestro favor, pues Él quitó todo pecado de nosotros, los pecados pasados, presentes y futuros. Su obra en la cruz es suficiente y efectiva para limpiar todos los pecados, se realizó una vez y para siempre.
Jesús se presentó en el cielo, resucitado y ascendido, ante el Padre como nuestro Sumo Sacerdote para siempre. Él puede salvar a los que por su medio se acercan a Dios. La salvación implica la liberación de ser llevado a juicio para condenación. Los creyentes podemos acudir a Jesús pidiéndole ayuda en cualquier momento durante nuestro pasar por este mundo, sabiendo que Él estará ahí para siempre en su función sacerdotal de intercesor celestial ante el Dios Padre. Él reclamará el cumplimiento de las promesas a favor de los cristianos verdaderos.
Les deseo un día muy bendecido.
“Es mejor decir la verdad que duele y luego sana, que la mentira que consuela y luego mata”. A.R.