Porque de la manera que abundan en nosotros las aflicciones de Cristo, así abunda también por el mismo Cristo nuestra consolación. 2 Corintios 1:5 RVR1960
Queridos amigos, este versículo no es novedad para el cristiano genuino, pues para el creyente verdadero siempre habrá una cruz que cargar.
Pensar que por tener una relación con Dios ya se cuenta con la solución a todos los problemas terrenales, es un grave error. Sin duda Él nos da la única solución posible para nuestro gravísimo problema de pecado, que es la cruz de Jesucristo, lo cual no significa que seamos liberados de las aflicciones de este mundo.
Las aflicciones que el creyente sufre son parte integral del ser cristiano, así como las consolaciones que recibe de Cristo Jesús.
El apóstol Pablo también expresa este pensamiento en Romanos 8:17, diciendo que todo convertido verdadero para disfrutar de la promesa de ser heredero de Dios y coheredero con Cristo, también debe padecer juntamente con Él, de otra manera no podría ser glorificado conjuntamente a Él.
La aflicción es de carácter físico y conlleva abatimiento, tristeza y sufrimiento. La respuesta a la pregunta de por qué el creyente debe pasar por aflicciones está dada porque vive en un mundo de tribulación y por tanto, de aflicción.
Cristo que jamás pecó y en teoría nada le debería haber pasado, fue tratado como un vil pecador cuando fue llevado a la cruz, el mundo se ocupó de darle aflicción y finalmente muerte. Mientras vivía pasó por diversos tipos de aflicción, por ejemplo sufrió de persecución y del odio de sus detractores, de igual forma que sus discípulos han venido sufriendo en el transcurso de la historia.
El hombre espiritual ha de sufrir las consecuencias de haber sido reconciliado con Dios y de haber sido convertido en seguidor de Cristo Jesús, pues se convierte en enemigo del mundo (Romanos 5:10). Un motivo central para pasar por aflicción.
Las aflicciones llevan al creyente a que tenga un corazón quebrantado y a que se entregue completa y confiadamente al Señor.
Quien conoce la Palabra también sabe de las promesas de Dios, de igual manera tiene conocimiento de que Dios es fiel y que siempre cumple con sus promesas. La principal promesa de Dios es la vida eterna a Su lado como coheredero del reino, ante tan maravilloso compromiso el convertido no debe amilanarse ante sus aflicciones que son de índole terrenal.
Porque Dios es bueno y ama a sus hijos les consuela de sus aflicciones, sin embargo no hay que pensar que el consuelo de Dios puede o debe anular la aflicción. A Cristo le fue necesario sufrir y de igual forma sus seguidores no siempre la van a pasar bien.
Se debe entender la consolación como el elemento para no desistir, lo que da ánimo y fortaleza. Dios bendice con paz y gozo, por lo que el creyente abrumado por las aflicciones cuenta con la famosa paz irresponsable y se goza en su Señor.
Los problemas que afrenta el creyente le sirven para crecer en espíritu, y a mayor cantidad de problemas mayor dosis de consolación, porque Dios se ocupa activamente de sus hijos.
El Señor Jesucristo enseñó a sus discípulos que les daba de su paz para que su corazón no se turbe y no tenga miedo en la medida en que creyeran en Dios y en Él como su Señor y salvador (Juan 14:1 y Juan 14:27).
Pensar en que se está afligido y atribulado pero con la paz de Jesucristo en el corazón, le suena al mundo como extraño y contradictorio. Recordemos que Cristo ya venció al mundo hace mucho tiempo y la tribulación en el mundo que el creyente sufre es solo temporal y pasajera (Juan 16:33).
La consolación de Dios es siempre buena y efectiva, pues toda consolación viene de Él, porque Él es Dios de toda consolación (2 Corintios 1:3). El convertido puede estar en paz sabiendo que no tiene deudas espirituales con Dios, vive su nueva vida por misericordia y por gracia.
La presencia del Espíritu Santo en la vida del creyente es como un bálsamo que cura sus heridas, Él es el consolador por excelencia. Sana los dolores más grandes causados por las aflicciones y pone gozo y esperanza en los corazones de quienes aman a Dios.
El deber entre hermanos en Cristo es el de ayudarse mutuamente y compartir las experiencias vividas en aflicción. El haber pasado por sufrimiento y haber sido consolado brinda la bendición de orientar a hermanos que están pasando por penas similares. Alabado sea nuestro Dios misericordioso.
Les deseo un día muy bendecido.