¿Se agradará Jehová de millares de carneros, o de diez mil arroyos de aceite? ¿Daré mi primogénito por mi rebelión, el fruto de mis entrañas por el pecado de mi alma? Oh hombre, él te ha declarado lo que es bueno, y qué pide Jehová de ti: solamente hacer justicia, y amar misericordia, y humillarte ante tu Dios. Miqueas 6:7-8 RVR1960
Queridos amigos, como ejemplo en el mundo católico se conocen de esfuerzos físicos que los devotos realizan en favor del ser superior.
Háblese de bailar frenéticamente e ingresar de rodillas al lugar de adoración, o de realizar desgastantes caminatas para mostrar devoción, etc.
Son, por así decir, sacrificios modernos en pro de hacer algo por la deidad, mientras se continúa llevando un estilo de vida desagradable a Dios.
En la antigüedad los sacrificios tenían características bastante más dramáticas, como las describe la Biblia.
Dios ordenaba que se realizarán diversos tipos de sacrificios, entre ellos estaban los sacrificios para la expiación de pecados.
Había que sacrificar animales y también era necesario ofrendar bienes, normalmente alimentos como la harina y el aceite.
Es más, en culturas paganas se llegaba a ofrendar en sacrificio a los primogénitos, lo cual jamás fue una demanda del Dios de la Biblia.
En este pasaje el profeta Miqueas está llamando al hombre a la cordura, diciéndole que no debe esforzarse por hacer tantos sacrificios, que éstos no traen ningún beneficio.
Debe, más bien, enfocarse en lo bueno, porque Jehová le ha declarado lo que es bueno.
Dios pide que cumplamos con su justicia, que amemos ser misericordiosos y nos humillemos ante Él.
Para el hombre natural ese pedido de Dios es prácticamente imposible cumplir.
No existe humano que no haya infringido al menos uno de los mandamientos, y que además pueda asegurar que por su fuerza de voluntad no vaya a infringir jamás.
Por eso es que necesitamos de manera desesperada la cruz de Jesucristo como elemento de salvación en nuestras vidas y a la fe genuina como elemento de conversión, el cual hace que la cruz pueda ser efectiva.
Habiéndonos convertido, mediante obra del Espíritu Santo podremos iniciar una vida en justicia, porque el Padre celestial nos habrá justificado de nuestro pecado.
Con seguridad buscaremos vivir en misericordia por la infinita misericordia que Dios tuvo con nosotros.
Y, sin duda, estaremos anhelantes de humillarnos ante el divino Creador como sus fieles siervos.
Estaremos plenamente conscientes que no hay ningún sacrificio físico que agrade a Dios, porque lo que a Él le agrada es la obediencia.
Que tengan un día muy bendecido