“¿Quién podrá decir: Yo he limpiado mi corazón, Limpio estoy de mi pecado? Proverbios 20:9 RVR1960
Queridos amigos, nadie puede afirmar no haber pecado nunca, pues nadie está exento de pecado. Nadie es tan limpio, puro e inocente como para realizar tal afirmación. Porque todos pecaron y no alcanzarán la gloria de Dios (Romanos 3:23). El pecado es una realidad universal.
Algo tan obvio para muchos es motivo de discusión para otras personas que se animan a objetar la existencia del pecado. Existe un gran grupo de gente que afirma no pecar nunca y otro que indica que el pecado definitivamente no existe.
Se sustentan en una falsa lógica al afirmar que como Dios no creó el pecado, -lo cual es cierto-, entonces el pecado no existe y, por tanto, el hombre no puede ser pecador. Si el pecado existiese en un mundo creado por Dios, la culpa sería de Él y así sucesivamente… Sacan o no toman en cuenta a Satanás y su poder en el contexto de su análisis.
Su ignorancia los lleva a decir, que si la humanidad pudiese mejorar con la afirmación de que es pecadora, ellos no tendrían ninguna objeción en tal aseveración; pero el hecho es que de este modo jamás mejorará -en ese punto sí tienen razón-. Según ellos la idea del pecado conduce a incontables enfermedades, no sólo del alma sino del cuerpo, por la forma de auto castigo a que puede inducir el pensamiento negativo de que uno es pecador.
La sabiduría de otro grupo del mundo se apoya en el famoso libre albedrío, que supuestamente permite elegir el mejor camino que uno vea. Creen que cada mente puede elegir lo que le dicta su corazón; elección que le dará paz, pues se ingresará en un estado de tranquilidad completamente alejado del miedo. Finalmente se motivan diciendo “no eres culpable de nada, puedes ser feliz”.
Dichos pensamientos parecen tener mucha lógica para el hombre natural, así muchos caen en su trampa, y una vez que son convencidos, la mentira se burla de sus nuevos esclavos. Promete alegría para el corazón, seguridad para la vida, lucidez para la mente; pero al final ninguna de las promesas se cumple, y el resultado final es la impotencia y la miseria.
Y lo más triste es que cada uno está convencido de tener la verdad, su propia verdad; hasta que llega el día en que algunos conocen la verdadera verdad, y en ese punto es cuando la Verdad los hace libres. Sólo se puede conocer la verdad a través de la gracia de Dios y la fe en Jesucristo.
Contamos con el sacrificio perfecto que paga por los pecados del hombre, es el sacrificio de cruz de Cristo Jesús, que se ofreció a sí mismo sin tener mancha alguna. La sangre de Cristo derramada en la cruz lava de pecado, limpia las consciencias de obras muertas para servir a Dios (Hebreos 9:14).
Para estar en la fe de Jesucristo es necesario el regalo de gracia del Dios Padre. Entonces ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu (Romanos 8:1). Somos justificados de pecado por medio del Espíritu Santo y en Cristo. El hombre por sí mismo no está en condiciones de limpiar su corazón de pecado, todo es obra de Dios.
Gracias al poder del Espíritu Santo los escogidos llegan al arrepentimiento genuino y confiesan sus pecados ante Dios. Entonces los pensamientos y los actos pecaminosos empiezan a retroceder en la vida del convertido. Las misericordias de Dios hacen que después los verdaderos convertidos estén en limpieza continua de sus pecados, pidiendo perdón a Dios y arrepintiéndose.
Entonces muchos pueden afirmar estar justificados de pecado, pero sólo por la divina gracia, por la sangre de Cristo y por la obra del Espíritu Santo. ¿Con qué limpiará el joven (el hombre) su camino? Con guardar la palabra de Dios (Salmos 119:9). Pero primero hay que arrepentirse y convertirse.
Les deseo la bendición de gracia.
“Es mejor decir la verdad que duele y luego sana, que la mentira que consuela y luego mata”. A.R.