¿Acaso el ayuno que he escogido es solo un día para que el hombre se mortifique? ¿Y solo para que incline la cabeza como un junco, haga duelo y se cubra de ceniza? ¿A eso llaman ustedes día de ayuno y el día aceptable al Señor? Isaías 58:5 NVI
Queridos amigos, existen tantas costumbres o tradiciones humanas que se llevan a cabo sin pensar, casi en modo automático, sin detenerse a analizar su significado o implicancia.
Por ejemplo, muchos celebran la Navidad porque es una tradición bonita, donde las familias se reúnen para compartir. Se acuerdan de que la fecha se acerca, en estos tiempos a partir del mes de noviembre, porque en los negocios se ven las típicas alusiones a la mencionada fiesta, luego se ven impulsados a seguir el espíritu navideño por la publicidad y la influencia comercial. Cada uno arma y decora su árbol navideño a su gusto y sale a comprar regalos sin detenerse a pensar de dónde viene la tradición, es simplemente un hecho que no puede haber Navidad sin árbol y sin regalos, porque es parte inseparable de la alegre tradición.
Se hacen los esfuerzos por cumplir con las reglas que la fiesta impone, como la decoración, la compra de regalos, galletas y la preparación de una suculenta comida; todo un alboroto y para muchos un gran motivo de estrés, pero hay que celebrar. Llegado el momento esperado, se brinda, se abren los regalos, se come, se llama por teléfono a algunos seres queridos que están lejos, quizás pensando en el verdadero motivo de la institución de la Navidad: el nacimiento de Jesús, pero sin que Jesús sea el centro, como debería ser. El mundo se ocupa de aportar con la mayor cantidad de distracciones para alejarnos del sentido verdadero de muchas cosas.
Dios instituyó festividades para recordar ciertos hechos de la historia como la Pascua, también instruyó al pueblo hebreo que se realizaran actividades especiales como el ayuno en honor del Día de Expiación en el mes séptimo, a los diez días del mes (Levítico 16:29).
El en el caso del ayuno el objetivo es afligir las almas de los devotos creyentes, una expresión de arrepentida humillación personal por los pecados cometidos. El objetivo es que esta actividad influya en la conducta a través de la fe, que produzca contrición y compasión hacia el prójimo, que haya pesar por los pecados y una firme decisión de abandonarlos.
Bajo el ejemplo divino el hombre instituyó otras celebraciones y actividades periódicas para recordar momentos específicos de la historia, de esa manera los judíos en su afán religioso crearon el ayuno del mes décimo en memoria del comienzo del asedio de Jerusalén, el ayuno del mes cuarto, cuando se abrió brecha en las murallas de Jerusalén, el ayuno del mes quinto, día de la destrucción del templo.
Seguramente la intención fue buena, pero estos ayunos eran meros formulismos que se repetían año tras año. ¿De qué sirve una costumbre que carece de todo significado espiritual, que no tiene como fin humillarse, adorar y agradecer a Dios? Si el ayuno sirve para diferenciarse de quienes no ayunan, para enaltecer el orgullo, es simplemente vano e hipócrita. Es mejor vivir haciendo justicia, siendo generoso y misericordioso sin ayunar.
Para muchos el ayuno tiene matices de profunda espiritualidad, pero de qué sirve, si se convierte en sólo un ritual religioso. La verdadera adoración es mucho más que un ritual, que una costumbre, que una tradición, como la de asistir a un templo para escuchar un sermón, ayunar, bailar, andar de rodillas, realizar interminables caminatas, hacer esfuerzos humanos para congraciarse con Dios, etc.
Quienes así obran no han comprendido cuál es la clave para tener una relación viva y eficaz con Dios. En ellos dominan los ritos exteriores, pues la piedad interior está ausente. De qué sirve una cabeza inclinada, si el corazón no está quebrantado, para qué son útiles los azotes sin la contrición del alma; si no llega hasta adentro es porque se queda en el exterior y es meramente superficial.
Que nuestro interior sea dominado por el espíritu de Dios, por la paz divina, como un guardia que cuida el ingreso de lo malo y nocivo, para evitar seguir los propios caminos y buscar los tan anhelados placeres del mundo. Lo que se haga ha de ser como para Dios, deleitándose en Él.
Les deseo la bendición de gracia.
“Es mejor decir la verdad que duele y luego sana, que la mentira que consuela y luego mata”. A.R.