Pero ¿quién ha estado en el consejo del Señor, y vio y oyó su palabra? ¿Quién ha prestado atención a su palabra y la ha escuchado? Jeremías 23:18 LBLA
Queridos amigos, es trascendental lograr diferenciar entre verdaderos y falsos profetas. Los verdaderos vienen de parte de Dios y comunican lo que Él desea decir.
En tiempos del Antiguo Testamento existía un sinnúmero de falsos profetas y los verdaderos no eran muchos. En el Nuevo Testamento se menciona de similar manera a pocos verdaderos profetas, su mensaje a veces contenía una revelación de la verdad de Dios y en otras ocasiones era profético. Al parecer el don de profecía fue dado solo temporalmente por Cristo para establecer la Iglesia durante el primer siglo. La última profecía formal conocida se encuentra en el libro de Apocalipsis completado por el apóstol Juan a fines del primer siglo.
Los falsos profetas suelen apelar a la mentira y al engaño haciendo creer a sus seguidores lo que les conviene. Se auto proclaman como poseedores de dones de profecía y con mucha habilidad humana alcanzan sus objetivos, que normalmente suelen ser de carácter lucrativo, sin embargo, podría ser político e incluso demoníaco. Se quieren mostrar como buenas personas, pero en realidad esconden motivos maliciosos, deshonestos e ilegítimos.
Si el propósito de los profetas es revelar las verdades de Dios, su presencia ya no sería necesaria porque en la Biblia está la revelación completa y final de Dios a los hombres. Así mismo, en las Sagradas Escrituras podemos leer todos los mensajes proféticos necesarios para la edificación de una vida cristiana, observando y aprendiendo cuán necesario es seguir en obediencia a nuestro Señor. Muchos suelen presentarse con la novedad de que poseen nueva revelación adicional a la de la Biblia, ese ya es suficiente motivo como para desconfiar y huir.
Si nos cruzamos con alguien en el camino, que se proclama profeta (apóstol o algo por el estilo) será imprescindible cotejar su mensaje con el de la Biblia, si su mensaje no concuerda, lo mejor es alejarse. Amados, no crean a todo espíritu, sino prueben los espíritus si son de Dios; porque muchos falsos profetas han salido del mundo (1 Juan 4:1)
El mensaje de los falsos profetas de tiempos de Jeremías era tremendamente perverso, pues hablaban de una mentirosa paz, en tanto que, el verdadero mensaje de Dios contenía lo contrario, porque había decretado la destrucción de los desobedientes impíos.
Sus falsos mensajes eran pura palabrería para desorientar de la verdad al pueblo, no tenían la más mínima intención de acercarse al verdadero Dios y menos aún querían que otros lo hicieran. Dios habló a través del profeta Jeremías con palabras de dolor: Pero si ellos hubieran estado en mi consejo, habrían hecho oír mis palabras a mi pueblo, y les habrían hecho volver de su mal camino y de la maldad de sus obras (Jeremías 23:22).
Si aceptamos a la Biblia como fuente suficiente de verdad y que contiene la revelación completa, no será necesario añadir nada más. Si alguien insiste en que recibe revelaciones es porque no acepta a la Biblia como lo que es, y ahí es cuando comienza la falsedad, pues si necesitamos otras cosas adicionales para completar la revelación de Dios alguien está mintiendo, o Dios o el hombre.
Pero Dios es veraz, Él no es falso, Él no miente. El apóstol Pablo escribió: sea Dios veraz, y todo hombre mentiroso (Romanos 3:4). No nos dejemos engañar por los que afirman que necesitamos de otra cosas aparte del mensaje revelado por los apóstoles del primer siglo. Si intentamos predicar y enseñar no cojamos palabras de nuestra imaginación o de la imaginación de otros, tomemos más bien aquellas escritas en la Palabra, que proceden de la boca de nuestro Señor, fuente de toda vida.
Les deseo la bendición de gracia.
“Es mejor decir la verdad que duele y luego sana, que la mentira que consuela y luego mata”. A.R.