Si yo no hubiera venido, ni les hubiera hablado, no tendrían pecado; pero ahora no tienen excusa por su pecado.” Juan 15:22 RVR 60
Queridos amigos, palabras duras las que Jesús expresa a quienes se le oponen, en este caso son los judíos que le conocieron.
No quiere decir que si Jesucristo no hubiera venido, habrían estado libres de pecado, se refiere más bien a que negarle habiéndole visto y oído, es un rechazo y una rebelión hacia la verdad divina revelada por el Hijo de Dios. Deben asumir la terrible responsabilidad que recae sobre ellos por incurrir en el pecado que no tiene perdón.
Estamos delante del pecado más grave imaginable. Tenerle presente y presenciar Sus muchos milagros y señales, escuchar las palabras emanadas de Su propia boca que demostraban que se trata del Mesías y también Hijo de Dios, y a pesar de ello repudiarle deliberadamente, no significaba otra cosa que tener un corazón entenebrecido por propia elección.
En tres años de ministerio Jesús había enseñado y demostrado una y otra vez ser el Enviado de Dios, sin embargo los judíos, entre ellos especialmente los fariseos y saduceos, manifestaban una ceguera como la del peor ciego que no quiere ver.
Ni siquiera la diáfana presencia de Cristo podía lograr que esos ojos cerrados por la maldad puedan ver. No tenían excusa por su pecado, no existía alegato posible que pudiera justificar un rechazo tan recalcitrante.
Sin la bendición de gracia del Dios Padre, para el hombre natural, sea judío o gentil, es imposible ver u oír espiritualmente.
Rehusar creer en Cristo no es un pecado que solo ofende a Dios, sino que da lugar a estar condenado para la eternidad.
Tal rechazo se origina en la condenación que Cristo realiza sobre la forma de vida del hombre natural y de la manera en que el mundo se maneja. Es suficiente motivo para aborrecerle por quienes se sienten atacados, porque es como si Jesucristo estuviera señalándoles con el dedo, su pecado les da un sentido de culpabilidad que no desean reconocer y como consecuencia se ofenden grandemente al extremo de odiar y repudiar.
Los contemporáneos de Jesús tuvieron la grandiosa experiencia de escucharle y poder seguirle, sin embargo también recaía sobre ellos una pesada responsabilidad, que las generaciones anteriores no tuvieron. Ellos fueron los primeros en tener el maravilloso privilegio de poder testificar de la vida y obras de Señor, ninguno de ellos podría decir desconocer la verdad.
Así como Jesucristo, sus seguidores son perseguidos por causa de su nombre. Los perseguidores no solamente son opositores, sino que también se encuentran entre quienes se dicen cristianos y no aceptan las exigencias «extremas» de Jesucristo, generan rechazo y hasta odio porque no conocen al Padre y menos al Hijo. El seguir a Cristo es un llamado a seguir a alguien en sumó obediente, que no dudó en dejarse matar en la cruz.
Les deseo un lindo día caminando con Jesús.