y a la mañana veréis la gloria de Jehová; porque él ha oído vuestras murmuraciones contra Jehová; porque nosotros, ¿qué somos, para que vosotros murmuréis contra nosotros? Éxodo 16:7 RVR1960
Queridos amigos, no existe otra historia tan impactante y emblemática como la del pueblo de Israel que es sacado de Egipto por el poder de Dios.
Es notable cómo el humano no deja de mostrar su naturaleza caída, incluso después de haber vivido los prodigios que Dios hizo para conseguir que el pueblo hebreo fuese liberado de su esclavitud.
Nos preguntamos, ¿cómo es posible que después de haber visto semejantes hazañas y prodigios por parte de Dios, el pueblo no se haya quedado maravillado, y más bien haya insistido de manera petulante en que hubiese sido mejor quedarse bajo el yugo egipcio?
En vez de alabar al bendito Dios en agradecimiento por su liberación, su reacción fue de descontento, recordando lo bueno que tenían y olvidando todo lo malo que en realidad era su diario vivir.
No debemos juzgar a los hebreos por su necio comportamiento porque si alguno de nosotros hubiera estado viviendo en ese tiempo y lugar, con máxima probabilidad hubiera reaccionado de manera similar.
Tanto los israelitas como cualquiera de nosotros somos todos de dura cerviz, es decir que continuamos viviendo en pecado y no tenemos discernimiento sobre las maravillas de Dios incluso cuando éstas están delante nuestras narices, hasta que Dios nos bendice con ojos y oídos espirituales.
Dios es paciente y misericordioso, nosotros ya hubiéramos juzgado y castigado tal actitud. El Gran Yo Soy decidió mostrarles su gloria a través de otro maravilloso milagro, los iba a alimentar con el maná del cielo, a pesar de sus desagradables murmuraciones.
Tanto Moisés como Aaron estaban agobiados con tanta queja, lo peor era que la gente en su ceguera espiritual los hacía a ellos responsables de la falta de alimentos.
De ahí que con un toque de molestia la respuesta de Moisés no se hizo esperar, haciéndoles conocer que no era ante ellos, humanos, que tenían que reclamar, la siguiente instancia era muchísimo mayor y el Dios Todopoderoso ya había oído las murmuraciones en su contra.
Qué Dios más magnánimo, cuánta grandeza y misericordia, bondad desbordante para quienes Él quiere bendecir.
No obstante tanta bendición el hombre no se da por satisfecho, ya conocemos la historia, después de comer el maná por un tiempo se aburrieron y pidieron carne. ¿Nos identificamos un poquito con esa actitud?
Que Dios en su infinita sabiduría permita que nunca nos falte nada, y quizás que tampoco nos sobre… Tengan un día bendecido.