¡Ay de vosotros, fariseos! que amáis las primeras sillas en las sinagogas, y las salutaciones en las plazas. ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! que sois como sepulcros que no se ven, y los hombres que andan encima no lo saben. Lucas 11:43-44 RVR1960
Queridos amigos, cada vez que he tenido la oportunidad de asistir a una invitación formal donde participaban autoridades políticas, jamás faltaron palabras alusivas al evento.
Nunca he dejado de sorprenderme ante la manera teatral y pomposa en la que se realiza la salutación previa al discurso.
En estos casos se considera de importancia el mantener el protocolo teniendo en mente las jerarquías para saludar en orden de preeminencia. Sería inusual no utilizar palabras tales como notable, honorable, distinguido o su excelencia que en gran cantidad de casos no describen con suficiente precisión a los aludidos.
Esta introducción me parece una buena analogía para poner en el contexto actual la manera en que obraban los escribas y fariseos, que se daban aires de grandeza en la medida en que su jerarquía religiosa y política iba subiendo.
De la misma manera la pomposidad sube en la medida de la presencia de autoridades de mayor rango, sean políticas, religiosas o militares, a éstas se les reserva los primeros sitios y se las recibe con teatrales salutaciones.
Se supone que estás autoridades son servidores públicos o servidores de Dios, lo cual implica que deben servir.
Ya lo dijo Jesucristo, el mayor debe servir al menor, sin embargo, en la medida en que el menor sea sujeto de sumisión la probabilidad que el mayor sirva verdaderamente al menor se va diluyendo.
Jesús fue durísimo ante la hipocresía de los escribas y fariseos al decirles que eran como sepulcros que no se ven, les estaba diciendo que estaban tan contaminados como un sepulcro donde la putrefacción de la carne es el gozo de los gusanos.
Se trataba de hombres expertos en guardar las apariencias externas mientras escondían hábilmente su corrupción interna, que además era inmundicia que contaminaba a su entorno.
Su experticia en la disimulación llegaba a tal extremo que la gran mayoría de los hombres que los rodeaban no se daban la menor cuenta de su gran hipocresía.
Toda expresión de la Biblia que comienza con ¡Ay de ustedes! debe ser tomada no solo como una severa advertencia, sino como el adelanto del terrible final eterno que le espera a este tipo de personas.
El mensaje para nosotros es que nos guardemos de toda hipocresía y que no hagamos el intento de ponernos en lugares de preeminencia dejándonos dominar por el orgullo.
La sencillez y la humildad deben ser la tónica en la vida del cristiano, incluso cuando éste se encuentre en una posición de jerarquía o liderazgo.
Les deseo un día lleno de la luz de Jesucristo aunque por sus lares esté nublado.