Deja la ira, y desecha el enojo; No te excites en manera alguna a hacer lo malo. Porque los malignos serán destruidos, Pero los que esperan en Jehová, ellos heredarán la tierra. Salmos 37:8-9 RVR1960
Queridos amigos, debo confesar que en ocasiones no he podido o sabido dominar mi enojo, me arrepiento en gran manera por tal comportamiento y le pido perdón a Dios.
Nuestro yo egoísta es el que no nos da mucho tiempo o espacio para dejar de convertir una determinada situación en un momento de enojo, o peor aún en una ocasión para la ira.
Se pueden limar asperezas a través de la cordura y de una sana comunicación, sin embargo, cuánto nos dejamos llevar por nuestras emociones egoístas y destructivas como el enojo y la ira. Generamos un disgusto general con nuestras reacciones, nos amargamos a nosotros mismos y disgustamos a otros.
Creyendo tener la razón en muchas ocasiones nos apasionamos sin motivo y terminamos alterándonos. Lo mismo sucede cuando sentimos que no nos hacen caso o no nos escuchan.
Cuando se tiene a Cristo en el corazón las cosas cambian, porque Él hace que el fruto del Espíritu se haga efectivo en nosotros a través de la fe. A través de la fe el creyente espera que Dios actúe en su vida, sabe que el Señor actuará, pero no sabe cuándo, por lo tanto, le es menester tener paciencia.
El poder latente del alma, la carne y el individualismo hace que incluso los cristianos actúen como no conviene y se encausen nuevamente en el camino equivocado. Necesitamos de templanza, que es el dominio propio y parte del fruto del Espíritu, para dominar nuestros apasionamientos de enojo o ira.
Sin fe es imposible creer que Dios hará que todo obre para nuestro bien, sin embargo, el convertido sabe en su corazón que todas las cosas le ayudan a bien (Romanos 8:28). En consecuencia podríamos deducir que un momento de enojo nos ayuda a bien, puede ser, especialmente cuando nuestro pecado nos vuelve a pedir perdón a Dios en genuino arrepentimiento y a buscar su comunión.
Tanto el enojo como la ira son reacciones emocionales a tentaciones que afloran con mucha más facilidad cuando las cosas del mundo nos agitan y afanan. No permitamos que el diario vivir en el mundo nos lleve al descontento, pues con ello abrimos una gran puerta a las tentaciones.
El cristiano no debe enfrascarse en sus problemas como si estuviera solo, eso solo revela una falta de fe en Dios. Siempre debe recordar que es Dios quien tiene el control de todas las cosas y que Él es quien posee el dominio sobre su vida.
Cuando tenemos la sensación de pérdida de control es cuando nos enojamos, si Dios está en control de todas las cosas, dejémosle obrar a Él y sometámonos a su divina voluntad y dejemos de disgustarnos por todo y por nada.
Pongamos el foco de nuestra atención en Dios, en su misericordia y en su bondad, esforzándonos por seguir a nuestro Señor Jesucristo, y sin darnos cuenta encontraremos paz en nuestro corazón.
Mientras los malignos serán destruidos, quienes esperan en Dios y no desvían su vista de Él heredarán la tierra. Es decir que serán parte de aquellos que tendrán la oportunidad de ver las consecuencias maravillosas de caminar con el Rey de reyes y Señor de señores.
Les deseo un día muy bendecido.