Medita maldad sobre su cama; Está en camino no bueno, El mal no aborrece. Salmos 36:4 RVR1960
Queridos amigos, solemos juzgar rápido a nuestro prójimo, sin embargo puede que las palabras del versículo estén dirigidas a nosotros, porque reflejan la condición en que muchos todavía nos encontramos.
Si alguien dice que las palabras del salmista no le llegan, que tire la primera piedra. ¿Acaso no hemos actuado, aunque sea una sola vez, de manera precipitada y loca como dueños y señores de nuestros propios actos, buscando cómo vengarnos o cómo conseguir el mayor beneficio?
¿No hemos despertado a media noche, porque nuestros pensamientos impíos nos han quitado el sueño? El contenido de nuestro corazón hace que echados en nuestra cama empecemos a maquinar ideas que están más cercanas al mal que al bien.
¿No nos hemos detenido a pensar, que actuar con premeditada maldad conlleva consecuencias espirituales graves? Al hombre impío nada le detiene de hacer lo malo, porque no tiene temor de Dios. Su alma está entregada al pecado y su corazón solo escucha la voz de su maldad.
El problema del impío es la rebelión hacia Dios a través de sus transgresiones, la cual está anidada en lo más profundo de su corazón. Por no conocer y reconocer a Dios su moralidad está hecha a la medida de sus propios deseos y, por supuesto, según las malas influencias del mundo.
El impío se cree muy inteligente por su manera de obrar, sin embargo, ni sus pensamientos ni su actitud son sabios. Lo bueno y sensato sería ser obediente a Dios, pues el temor de Dios es el principio de la sabiduría (Proverbios 1:7). Pero su orgullo y su egocentrismo son los que le llevan a tener ideas supuestamente tan luminosas, que no se da cuenta de lo pecador que es. El corazón del impío está tan endurecido, que es capaz de poner a Dios como testigo de lo que cree que es bueno.
Es probable que el impío diga que camina con un dios que le ama, porque oyó que Jesucristo murió por amor al mundo. Lo que no conoce es que Dios tiene también el atributo de justicia, y si no se arrepiente genuinamente y declara que Cristo es su Señor y salvador, su final será trágico, definitivo y eterno.
Los planes y acciones de los impíos al final siempre terminan en fracaso, pues el fracaso más grande es no estar con Dios por vivir en pecado. Quieren arrastrar a otros en su desviada forma de pensar y de actuar, sin darse cuenta que se engañan a sí mismos y que el engaño trascenderá para mal de otros.
Es duro, pero al impío le cuesta muchísimo reconocer su maldad, más allá que a los ojos del mundo pueda ser visto incluso como bueno. Ni él mismo conoce su corazón, pues el corazón del hombre es muy engañoso (Jeremías 17:9), solo Dios sabe cómo es en verdad.
Creyente, cuidado que te olvides de orar pidiéndole al Señor que te guarde de todo orgullo y jactancia, medita la Palabra que lees todos los días, ten pensamientos puros y de alabanza y se temeroso de Dios, pon mucho cuidado en no andar en los caminos de los impíos.
Dios se ocupará de los malvados y protegerá del mal a sus hijos, la justicia, la venganza y la retribución son suyas (Deuteronomio 32:35).
Les deseo un día muy bendecido.