Unánimes entre vosotros; no altivos, sino asociándoos con los humildes. No seáis sabios en vuestra propia opinión. Romanos 12:16 RVR1960
Queridos amigos, en el mundo escolar y universitario se alienta a los jóvenes a desarrollar su opinión, es decir a ordenar, elaborar y expresar pensamientos.
Sin duda, el objetivo es conseguir que lleguen a formar conceptos propios que los preparen para la vida. Esta preparación está fundada principalmente en conocimientos y muy poco en experiencias. Es pues un enfoque humanista, que se encuentra alejado de la perspectiva de Dios, por tanto, lejos de la sabiduría verdadera.
Muchos definen la sabiduría como el conjunto de conocimientos amplios y profundos, que se adquieren mediante el estudio y la experiencia. De dicha definición nace el concepto académico y, en consecuencia, se enseña en escuelas y universidades.
Se puede profundizar en la definición del término acotando, que se trata de la aplicación de la inteligencia, desarrollada a través del conocimiento, y en las experiencias propias para llegar a un mejor entendimiento, que lleva a ser bastante más reflexivo al momento de sacar conclusiones y llegar a un juicio determinado, ojalá siempre relacionado con lo bueno.
El saber, conocimiento y experiencia se han demostrado como buenos, especialmente cuando son utilizados para hacer el bien. El problema se suscita cuando se confunde el concepto humanista de sabiduría con la concepción de sabiduría de Dios, saliendo a colación la visión bíblica de no ser sabio en la propia opinión.
La propia opinión puede estar sustentada en conocimiento y experiencia, o sea sabiduría humana, sin embargo, la sabiduría divina es aquella sustentada en el conocimiento perfecto de un Dios infinitamente sabio, que no solo contempla perspectivas técnicas y prácticas del saber y la experiencia, sino también incluye aspectos como inteligencia y raciocinio divinos, bondad, misericordia, amor, benignidad, paciencia, mansedumbre. Descripción que sirve para acercarnos a lo que Dios permite entender sobre su sabiduría, pues Él lo sabe y lo discierne todo, desde las cosas más chicas hasta aquellas mayúsculas, todo lo que el humano puede imaginar y mucho más allá.
Atributos que la sabiduría del hombre no contempla y que en la mayoría de los casos son variables desconocidas o irrelevantes para quien debe actuar sabiamente.
Proverbios 2:6 indica: “Porque Jehová da la sabiduría, Y de su boca viene el conocimiento y la inteligencia.” En el mismo sentido Proverbios 1:7 dice: “el principio de la sabiduría es el temor de Dios…”
La reflexión que el apóstol Pablo hace a sus hermanos de Roma, está ligada a la unanimidad en el pensar y sentir que debe existir en la Iglesia. Ningún creyente ha de ser altivo y tiene como deber acercarse y asociase con los humildes.
El sabio en su propia opinión no está dispuesto a dar brazo a torcer, le cuesta mucho aceptar la sabiduría de Dios como algo superior a cualquier pensamiento humano. Su orgullo y egoísmo dominan su discernimiento, no posee la humildad suficiente para aceptar que su opinión es errónea.
Proverbios 2:10-11 es determinante: “Cuando la sabiduría entrare en tu corazón, Y la ciencia fuere grata a tu alma, La discreción te guardará; Te preservará la inteligencia,”. Exhorta al hombre a poner su confianza en la sabiduría de Dios. Si entra en su corazón el conocimiento le será de alegría para su alma. Toda decisión sabía le será para protección y el entendimiento conseguido le mantendrá a salvo de todo mal.
Debemos entregarnos a Dios y confiar en Él, pues su ley y enseñanzas son perfectas, convierten el alma del pecador. El testimonio de Dios es fiel y perfecto, seguir sus decretos hace SABIO al SENCILLO (Salmos 19:7).
Busquemos ser humildes para aceptar la sabiduría de Dios y convertirla en un hermoso regalo para nuestras vidas.