que cada uno de vosotros sepa tener su propia esposa en santidad y honor; 1 Tesalonicenses 4:4 RVR1960
Queridos amigos, el juramento que todos hacen al momento de entregarse en matrimonio, se supone, será válido hasta que la muerte los separe.
Se suele jurar amor y apoyo incondicional, lealtad, respeto, cuidado mutuo, protección, paciencia, etc., tanto en las buenas como en las malas.
En este caso específico el apóstol Pablo se está dirigiendo a los varones. Su exhortación va orientada a que los hombres lleven una vida cristiana de obediencia, alejada del pecado y respeten y hagan respetar el honor de sus esposas.
La condición imprescindible para cumplir este mandato, es ser convertido, es decir haber nacido de nuevo en espíritu. Sin el previo proceso de justificación, reconciliación y regeneración, con el consiguiente arrepentimiento de pecados, no es posible vivir en santidad.
El camino en santidad se inicia después de solucionado el problema de pecado a través de la muerte sustituta del Señor Jesucristo en la cruz del calvario. El Espíritu Santo genera convencimiento de pecado sobre el elegido, consiguiendo que se duela y arrepienta de sus pecados.
Su condición espiritual regenerada hace que el nuevo convertido viva la santificación, que es la renovación de su alma bajo el poder del Espíritu Santo. Es decir, que tenga el anhelo de ya no pecar para dejar de agredir la santidad del Dios Padre. Aunque su naturaleza caída siga obrando sobre él, pues sigue actuando en la carne, y, por tanto, sigue pecando, sin embargo, su alma renovada desea una vida alejada del pecado.
El camino en santidad es el tiempo de vida entre la conversión y la muerte física, donde el creyente se debería desarrollar espiritualmente, a partir de un bebé de leche espiritual recién nacido hasta un adulto que come alimento sólido espiritual. El Señor promete que perfeccionará a los integrantes de su Iglesia, esto es necesario para estar en su presencia después de su segunda venida.
El problema se suscita cuando se genera una zona de confort donde no hay crecimiento espiritual y se continúa como bebé recién nacido. El motivo más probable para este estancamiento, es la falta de discernimiento espiritual, que se puede dar por no profundizar en las Escrituras, por pertenecer a una congregación floja y mal orientada, o por falta de relacionamiento con hermanos crecidos en la fe. De esa manera se hace difícil desarrollarse en santidad.
Normalmente un motivo de deshonra para la esposa es la concupiscencia sexual del marido. Job, quien era crecido en espíritu, aseveraba haber hecho un pacto con sus ojos para no mirar con codicia sexual a ninguna mujer (Job 31:1).
También decía, “si mi corazón ha sido seducido por una mujer, o si he codiciado a la mujer de mi prójimo, entonces, que mi esposa sirva a otro hombre, y que otros hombres se acuesten con ella. Pues la codicia sexual es un pecado vergonzoso, un delito que debe ser castigado”. (Job 31:9-11)
El honrar a la esposa va más allá del pecado sexual. El varón debe ocuparse en ser un hombre de buen testimonio, su sí debe ser sí y su no de igual manera. Lo más sensato es alejarse del alcohol, de otros vicios, de las malas influencias y costumbres. Es obligación del marido recordar todo el tiempo que se hizo una sola carne con su esposa a través del matrimonio. Necio quien deshonra y hace daño a su propia carne.
En resumen, es un deber del creyente frenar los apetitos de la carne, controlar sus sentidos y dominar sus pensamientos. El Señor llama a vivir en santidad, para ello se requiere educarse en disciplina y capacitarse a fin de andar ante Él, cada vez con mayor firmeza.
El convertido genuino debe tomar muy en serio los mandamientos de Dios, pues son preceptos que llevan a santidad. No esforzarse por cumplir los estatutos de Dios, equivale a rechazarle.
Que el Señor nos permita crecer en espíritu, quiera Él acompañarnos lo más posible en el camino de santidad. Por nuestra parte debemos contribuir controlando nuestra carne, nuestros sentidos y pensamientos.