estando persuadido de esto, que el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo; Filipenses 1:6 RVR1960
Queridos amigos, en la Biblia está escrito que los convertidos verdaderos han sido santificados en Cristo Jesús y son llamados a ser santos (1 Corintios 1:2).
Las definiciones del mundo respecto a la santidad son variadas. Hay quienes dicen que los santos son personas destacadas en las diversas tradiciones religiosas por sus atribuidas relaciones especiales con las divinidades. Otros definen a los santos como hombres o mujeres de una particular elevación ética.
En la teología Católica Romana los santos solo están en el cielo, y en la Biblia los santos están en la tierra para vivir santos en el cielo. La misma enseñanza indica que una persona no puede ser santa, a menos que sea beatificada y canonizada por una autoridad humana como representante de la divinidad. En la Biblia todos los que tienen a Jesucristo en el corazón a través del don de fe son llamados santos.
Dios manda a sus hijos a ser santos porque Él es santo (1 Pedro 1:16). Esto sucede porque todo hijo de Dios es hechura nueva por haber sido regenerado en espíritu, esa es la buena obra comenzada por Dios.
A pesar de haber nacido de nuevo espiritualmente el hijo de Dios sigue en su carne y por tanto, como humano carnal imperfecto nunca podrá cumplir a la perfección con las normas de santidad de Dios sin la participación del Espíritu Santo.
Dios es santo en toda su esencia y su santidad tiene un grado supremo. Las Escrituras dicen que no hay nadie Santo como Jehová (1 Samuel 2:2). Así que Dios tiene toda la autoridad para establecer la norma de lo que es la santidad y a quien llamar santo.
Está escrito que quienes quieren hacer la voluntad de Dios pueden ser considerados santos, aceptables a Él. Los santos son gente apartada para el Señor, en quienes mora el Espíritu Santo, ellos anhelan en su corazón vivir alejados del pecado.
Los discípulos de Cristo son sus santos seguidores a través de su unión con Él. El llamamiento a la santidad de los creyentes está orientado a que la vida de éstos paulatinamente se ajuste cada vez más a la condición de un hombre espiritualmente maduro en el Señor, hasta llegar a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo (Efesios 4:13).
Luchar contra el pecado es el perpetuo deber de todo creyente verdadero. Este es el objetivo que realmente importa, porque el Señor desea que los santos lleven una vida lo más pura e intachable posible hasta el día en que Él vuelva.
La naturaleza pecaminosa del viejo hombre en el creyente debe ser erradicada, el pecado que todavía mora en él debe ser enfrentado con las fuerzas del bien a través del poder del Espíritu Santo. La pelea es contra las obras de la carne que todavía son manifiestas (Gálatas 5:19-21).
De eso se trata el camino en santidad, de vivir mortificando las obras de la carne por el Espíritu para vivir en Cristo Jesús (Romanos 8:13). Es una tarea de por vida, que sin embargo, no podremos completar de manera definitiva, sino hasta la segunda venida del Señor Jesucristo.
El poder para completar perfectamente la buena obra que Dios comenzó en sus escogidos solo está en Sus manos, al creyente le queda vivir alerta y esforzándose por hacer la voluntad de su Señor.
El convertido debe mostrar obediencia y cooperación para que el Espíritu actúe. Él no obra solo, sin la participación del creyente, porque no busca violentar su naturaleza humana. De ninguna manera quiere anular su voluntad ni su obediencia voluntaria.
Lo maravilloso es que durante la vida terrenal ya se ve la poderosa obra de Dios, por tanto, creer en su promesa de perfeccionamiento para una futura vida plena en el cielo es un gran aliciente para una vida en santidad en la tierra. Alabado sea el Señor.
Les deseo un día muy bendecido.