Sucedió que estando él en una de las ciudades, se presentó un hombre lleno de lepra, el cual, viendo a Jesús, se postró con el rostro en tierra y le rogó, diciendo: Señor, si quieres, puedes limpiarme. Lucas 5:12 RVR1960
Queridos amigos, muchos buscan recibir los dones de Dios, pero no están dispuestos a aceptar sus exigencias santas. Es una actitud muy poco digna de quienes piden, e ignominiosa para con el Señor, aunque dolorosamente común entre quienes afirman tener a Dios en sus vidas.
La mayoría de las personas de nuestro mundo actual saben del poder sobrenatural e infinito de Dios, a muy pocos les cabe la duda de que Dios puede realizar cualquier proeza imaginable si así lo decide.
Rogarle al Todopoderoso que cure milagrosamente alguna enfermedad incurable es un pedido que se suele realizar con frecuencia entre los desesperados enfermos y sus seres cercanos, y es posible que surta efecto. Si Dios quiere, funciona, entonces se trata solo y únicamente de la divina y soberana voluntad del Creador.
El apóstol Pablo sufría de una enfermedad a los ojos, posiblemente incurable en esos tiempos. Él tenía el poder para sanar enfermos, sin embargo, tuvo que sufrir con su enfermedad la cual no fue curada milagrosamente por Dios. Observamos que a pesar de tratarse del mismísimo apóstol de los gentiles Dios no tuvo la voluntad de curarlo; pienso que Pablo pedía en oración ser curado, diciéndole al Señor “si Tú quieres puedes sanarme”.
No creo que Pablo se hubiera quejado ni ante Dios, ni ante sus hermanos por no recibir la sanación deseada. Él sabía que Dios es soberano y que además su accionar siempre es perfecto, incluso cuando no obra como se esperaría o quisiera.
Decirle “Señor si Tú quieres puedes limpiarme” es tener toda la confianza puesta en Él, sabiendo que sin importar lo que haga, siempre será bueno, aunque no se vea ningún resultado. La pregunta no está en si Dios tiene el poder o la voluntad, sino si nosotros confiamos en Él.
Como en la parábola del sembrador (Lucas 8:11-15) cuando la semilla cae en buen terreno, no solo germina sana y fuerte sino que también produce en abundancia. Significa que el poder de la Palabra se hace efectivo sobre el pecador para que pueda creer en Jesucristo como su Señor y salvador. Como regenerado en espíritu y nacido de nuevo retiene la Palabra y persevera en ella.
Cree en la obra de su Señor y sabe que Él hizo la voluntad del Padre, incluso cuando dicha voluntad implicó ir a morir en la cruel muerte de cruz. Sabe que la voluntad del Padre es buena, aunque no siempre lo parezca.
Postrarse en humildad ante el Señor, además de una fuerte confianza en Él, son señales claras de que Su poder está obrando sobre el pecador. El nacido de nuevo tiene un sentido profundo de vileza en su corazón, sabe que no merece nada, o peor, menos que nada, y sin embargo, puede dirigirse con confianza a su Padre celestial, diciéndole en el corazón “no se cómo puedes mirar a uno como yo”.
Dios limpia las peores impurezas de los hombres más viles, si está en su voluntad. Así como un hombre de la antigüedad podía estar cubierto de lepra o un hombre moderno puede estar enfermo de SIDA, el hombre natural está tan contaminado de pecado, que es como una de esas enfermedades incurables que solo Dios puede sanar.
Solo Cristo puede tocar al contaminado sin contagiarse, su Luz es como el rayo que pasa a través del aire fétido de un lugar de muerte, no deja de iluminar porque no puede ser afectada. Su misericordia, bondad y amor permiten que un ser Santo pueda tocar lo intocable y perdonar lo imperdonable.
La sangre preciosa de Jesús es capaz de lavar la más profunda de las manchas y quitar de manera definitiva las mayores impurezas. Acerquémonos con confianza y con corazón humilde a quien puede limpiarnos de todo, si Él quiere.
Les deseo un día muy bendecido.