porque aún sois carnales; pues habiendo entre vosotros celos, contiendas y disensiones, ¿no sois carnales, y andáis como hombres? 1 Corintios 3:3 RVR1960
Queridos amigos, para quienes creemos haber recibido el don de la fe para creer y ser salvos, resulta muy duro cuando somos reprendidos por otros o por nuestra propia conciencia por continuar viviendo en la carne, como simples humanos.
También existen aquellos que tienen mucho conocimiento de la Palabra escrita y de sus doctrinas, sin embargo, todavía son inmaduros y novatos en la vida de la fe. Una muestra de la mencionada inmadurez es la vehemencia con que discuten y defienden sus posiciones religiosas, demostrando reducida espiritualidad.
Es doloroso observar como hermanos en Cristo andan como si no hubiera habido ningún cambio en ellos, y continúan viviendo como los otros hombres en muchos aspectos de su vida. En mi experiencia los líderes religiosos tienen bastante qué ver con esto, pues muchos de ellos demuestran seguir siendo carnales, dando pésimo ejemplo a sus inocentes seguidores. Esto se da principalmente en aquellos casos en que el pastor permite que le pongan a él primero y luego a Dios.
Una clara señal de mínimo desarrollo espiritual (o ninguno) es la inclinación de estas personas hacia las discusiones acompañadas de vanagloria, su predisposición para debatirlo todo y terminar hablando mal de sus opositores. No solo son carnales, sino que están dominados por el mundo.
Si bien la carne es la sustancia física, es decir el cuerpo humano incluida la mente, en el sentido bíblico es mucho más que eso, es la naturaleza humana separada de Dios. Los corintios estaban permitiendo ser dominados por la carne, tal cual observamos a muchos en estos días (me incluyo).
Nos encontramos ante el dominio de la naturaleza inferior sobre aquella superior, lo carnal sobre lo espiritual. Exactamente a eso se refería el apóstol Pablo cuando exhortaba a los corintios, pues no podían entender las cosas espirituales, porque sus intereses estaban sujetos a lo material de este mundo.
Cuando no se está espiritualmente saludable los celos equivocados, peleas inútiles y desacuerdos en los pareceres resultan ser parte normal de la vida. Se requiere de madurez espiritual para evitar innecesarias disensiones, evadir celos errados y contiendas infructuosas.
El lema del cristiano es: Ya no vivo yo, más Cristo vive en mi; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios (Gálatas 2:20), es decir que debe morir a sí mismo, evitando ser controlado por los propios deseos, porque está en sintonía con los deseos de Dios.
Para vivir en santidad debemos ser congruentes con los pedidos de Dios, nuestro mayor anhelo debe ser el de estar sometidos a Sus pensamientos. Si como creyentes todavía somos controlados por nuestros propios deseos no somos más que bebés espirituales.
Leamos las Sagradas Escrituras para saber con precisión qué es lo que Dios espera de sus hijos, busquemos conocer su palabra en profundidad para seguirle en obediencia. Oremos para que nos fortalezca y nos guíe.
Les deseo un día muy bendecido.