Ahora está turbada mi alma; ¿y qué diré? ¿Padre, sálvame de esta hora? Mas para esto he llegado a esta hora. Juan 12:27 RVR1960
Queridos amigos, una afirmación que demuestra la naturaleza del humano es la que el apóstol Pablo plantea en el libro de Romanos 5:7: Ciertamente, apenas morirá alguno por un justo; con todo, pudiera ser que alguno osara morir por el bueno.
Cuando alguna vez le pregunté a alguien si estaba dispuesto a morir por otro, la respuesta espontánea fue “no”. La verdad es que muy pocos en la historia de la humanidad entregaron su vida por otros, y el no hacerlo no resulta un acto reprochable. Cuando una persona entrega su vida por otra, y su historia se difunde, se convierte en digna de Hollywood por lo extraordinario.
El creyente sabe que morir es ganancia, pues vivirá en Cristo por la eternidad (Filipenses 1:21), y aun así no está dispuesto a entregar su vida terrenal, y no precisamente porque todavía tiene mucho por hacer en este mundo. El asiento de las emociones naturales y humanas es el alma, y cuando el hombre siente el peligro de la muerte recibe una sacudida tal, que reacciona con toda vehemencia para evitarla.
Jesús era completamente hombre y completamente Dios. En su condición de hombre tuvo la reacción almática de generar una terrible tensión entre su naturaleza humana y aquella espiritual. Su naturaleza física rechazaba el sufrimiento de cruz, no porque fuese injusto y vergonzoso, sino por el dolor inimaginable que representaba.
Por supuesto que la justicia juega un rol importante para los hombres probos y honorables, quienes jamás quisieran sufrir la humillación y la vergüenza de ser colgados en un madero. Dentro de mi humanidad no creo, que ese haya sido el principal rechazo del Señor, sino el de la dolorosa agonía que representaba morir lentamente.
Cuando Jesús dice: “mi alma está turbada” significa que no sabe qué hacer, no sabe cómo reaccionar ante tan tremenda instrucción del Padre, pues su instinto natural es preservar su vida física.
Son curiosas las preguntas que preceden a la expresión de turbación de su alma ¿Y qué diré? ¿Padre, sálvame de esta hora? Considero que el Señor contempló la posibilidad de elevar al cielo una oración pidiéndole al Padre celestial que le salvara, sin embargo, por el resultado final sabemos, que se sometió completamente a los designios del Dios Padre.
Decidió tomar su cruz y dirigirse a cumplir en obediencia el plan de Dios. Al fin y al cabo ese había sido el motivo central de su venida y por eso dijo: “Mas para esto he llegado a esta hora”. El terror por la muerte pudo menos que el celo por ser obediente.
Jesús en su condición divina conocía el sufrimiento que debía sobrellevar por nuestros pecados, ya no era solo el horror de la muerte física sino el dolor de la separación del Padre, a pesar de ello, estaba dispuesto a morir obedientemente, sometiéndose a la voluntad de Dios. Jesús glorificó a su Padre a través de su obediencia, dejando de lado sus deseos humanos.
La muerte vicaria de Jesucristo consiguió reconciliar a los perdidos que en Él creen con el Dios Padre, terminó con el poder de la muerte y venció a Satanás.
Es imposible pensar que algún humano se tenga que enfrentar a una tarea parecida, tan dura, tan difícil, tan dolorosa, pero el llamado para los hijos de Dios es obedecer al Padre.
Les deseo un día muy bendecido.
