Ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús.” Gálatas 3:28 RVR1960
Queridos amigos, el mundo es experto en hacer acepción de personas, sumado a la abstracción social y económica, también religiosa, se generan grandes diferencias entre grupos bien definidos de gente.
Cuán difícil es escalar en la escalera social cuando no se ha tenido la educación suficiente o no se tiene el color de piel adecuado. El hombre natural es especialista en crear segmentos dentro de la sociedad, especialmente aquellos que disfrutan del servicio de otros harán lo posible por mantener el statu quo.
Lo curioso es que la segmentación también aplica en grupos donde se supondría debería haber unión por una misma causa. Por ejemplo, entre los pobres existen unos más “ricos”, que quieren ponerse un peldaño más arriba del resto, y así sucesivamente.
Los judíos se creen superiores a los árabes y en la antigüedad se veían muy por arriba de griegos y gentiles. El libre disfruta de su libertad menospreciando al esclavo. De igual manera, la historia comprueba el dominio del hombre sobre la mujer. Incluso dentro de las mismas familias se generan diferencias.
Como raza humana tenemos la inclinación natural de no querernos mezclar con personas diferentes a nosotros, sin embargo, sentimos afinidad por aquellos que se nos parecen o vemos mejores que nosotros. Podemos rechazar al prójimo por su forma de vestir, porque no huele como quisiéramos, porque no tiene maneras y mastica con la boca abierta, porque habla con errores y por un sinfín de otros motivos.
De igual manera nos encanta ascender por la escalera de privilegios especiales que el mundo seductoramente ofrece. Ser miembro de un club, tener la mejor tarjeta de crédito, atender al mejor colegio o universidad, conducir un coche de lujo, usar ropa de marca y una cantidad de otras cosas que representan un privilegio para diferenciarse, es algo que por naturaleza anhelamos tener.
Incluso aquellas personas que se autodefinen como religiosas y piadosas se dedican a generar diferencias y a demarcar su espacio, pues solo permiten que gente aceptable se les acerque. Y a los políticos y también a los religiosos no les queda otra que simular genuino interés por todo el pueblo, lo cual es muy dudable.
Ahora bien, están los creyentes genuinos que al comienzo de su caminar en la fe deben enfrentar su conciencia con las exigencias de Dios, por el bagaje que arrastran por haber sido parte del mundo. Considero que es algo que con el transcurrir dentro de su nueva vida se va apagando para dar curso al sentimiento de amor por sus hermanos en Cristo.
Dentro de la Iglesia de Jesucristo todos son nacidos de nuevo, es decir que han pasado por un cambio completo y radical. No solo son bautizados en Cristo sino que son revestidos de Él, así como Él murió y resucitó, ellos mueren al pecado y comienzan una vida nueva y santa.
El creyente verdadero está con Cristo juntamente crucificado, y ya no vive él, mas vive Cristo en él; y lo que ahora vive en la carne, lo vive en la fe del Hijo de Dios, el cual le amó y se entregó a sí mismo por él (Gálatas 2:20).
El Cuerpo de Cristo está conformado por todos aquellos hechos hijos de Dios, lo cual conduce a que como hijos sean también coherederos del reino con Cristo Jesús. Por lo tanto, como maravilloso Padre Dios proveerá por sus hijos otorgándoles a todos condiciones y derechos iguales.
Todo el cambio realizado por Dios en sus escogidos, conduce a que no existan diferencias espirituales entre ellos, lo cual lleva a su vez, a que puedan ser uno en Cristo y que todos ellos vivan con un solo corazón dedicado a la adoración de su Señor.
En Cristo las distinciones de cultura, raza, rango, sexo o económicas dejan de ser un impedimento para que los nacidos de nuevo mantengan vínculos fraternales en amor cristiano, pues todos gozan del mismo maravilloso privilegio: ser hijos de Dios. Todos los que creen de verdad están en una unidad, pues ninguno de ellos será privado de las promesas del Dios Padre, y cualquier diferencia que pudiese haber, será borrada definitivamente en el cielo.
Los creyentes verdaderos estamos bajo el evangelio de fe en Jesucristo y en esta posición espiritual no hay diferencia de ningún tipo, pues todos tenemos el deber de andar unánimes en nuestro propósito, en contraposición a los del mundo, que se unen por un propósito pero pronto se separan por sus diferencias.
Les deseo un día muy bendecido.
“Es mejor decir la verdad que duele y luego sana, que la mentira que consuela y luego mata”. A.R.