Ya sabes esto, que me abandonaron todos los que están en Asia, de los cuales son Figelo y Hermógenes.
2 Timoteo 1:15 RVR1960
Queridos amigos, es curioso observar cómo los amigos del creyente se desvanecen en la medida en que éste va creciendo en espíritu.
Si le sucedió al apóstol Pablo, ¿por qué sorprenderse si le sucede al creyente? Sin embargo, es necesario analizar las motivaciones que pueden conducir a un abandono, alejamiento o rechazo.
El caso del apóstol es bastante particular, pues no se trataba de cualquier persona. A pesar de ser un manso y humilde hijo de Dios, que tenía la misión de evangelizar únicamente por medios pacíficos, es muy probable que los judíos se hayan ocupado de convencer a las autoridades romanas de que se trataba de alguien muy peligroso perteneciente a una terrible secta.
Era visto como un rebelde y revoltoso, que atentaba contra las buenas costumbres y la paz pública, condición que los Romanos deseaban mantener a rajatabla. De esa manera pasó a ser encarcelado no solo por motivos religiosos sino también políticos.
Por lo descrito, ser amigo de Pablo podía conllevar riesgos. Sus amigos se vieron en peligro y decidieron abandonarlo, pensando en su propia seguridad. Si bien la Escritura no es específica es muy probable que las personas que decidieron alejarse del apóstol no eran creyentes genuinos.
Ante tal situación se puede también pensar, que no estaban de acuerdo con el ministerio de Pablo, porque no discernían sobre la envergadura de la labor que estaba realizando, y por tanto, les parecía exagerada y poco fructífera, más allá del temor por su propia seguridad física.
No cabe duda de que para muchos no era fácil visitar a alguien que el mundo de esa época detestaba. Cuando Cristo no se encuentra de por medio el pensamiento del incrédulo es el de abstenerse de acercarse a un sospechoso con el cual se tuvo una buena relación y del cual se supone su inocencia.
Por otra parte, están los verdaderos hermanos en Cristo, como Onesíforo, que no se avergüenzan de la fe. Pablo le escribió a Timoteo que su hermano y amigo Onesíforo no se avergonzó de sus cadenas y estuvo presente muchas veces para confortarlo (2 Timoteo 1:16).
Cuánta diferencia entre el fiel y el infiel, entre el que pone su vida por los amigos y el desertor. Recordemos que ni siquiera Jesús pudo vivir rodeado de gente fiel, pues llegado el momento sus amigos lo abandonaron, demostrando poca firmeza y mucho egoísmo.
El caso del creyente que nace a vida nueva es el más común, no es nuevo ni sorprendente que de pronto se encuentre sin sus viejos amigos. La gente suele desconfiar de los foráneos, y por ende, prefiere mantenerse alejada, y el nacido de nuevo se convierte en forastero, pues asume otra ciudadanía.
Al ser regenerado en espíritu y nacer a vida nueva, también se da la adopción de Dios, de forma tal que el convertido pasa a ser Su hijo, eso implica también un cambio de nacionalidad, pues el nacido de nuevo se convierte en ciudadano del cielo, donde vive Dios, dejando de ser parte del mundo en el que todavía vive.
Al ya no ser del mundo, la condición del cristiano es la de un extranjero cuyas costumbres y formas resultan extrañas. Ese es el motivo por el cual el impío decide que se trata de una persona diferente, aburrida e inflexible con la cual ya no se la pasa bien, y por tanto, es mejor tenerla en baño María o definitivamente alejada.
Ahí entran en acción los Onesíforos, que procuran el bien de sus hermanos, que son el consuelo de los momentos de soledad y dificultad. El convertido verdadero nunca debe rehuir el estar junto a sus hermanos, y la probabilidad de que lo haga es baja, porque tiene el amor de Cristo en él.
Los ciudadanos del mundo suelen desamparar a sus viejos amigos convertidos, amando más a este mundo (2 Timoteo 4:10), y a pesar de todo, el creyente debe pedir que no les sea tomado en cuenta, pues son lo que son (2 Timoteo 4:16), porque solo buscan lo suyo propio, y no lo que es de Cristo Jesús (Filipenses 2:21).
Que el creyente no se olvide de sus amigos y hermanos, y tenga el valor de estar con ellos incluso cuando se encuentren en la peor de las situaciones.
Les deseo un día muy bendecido. “Es mejor decir la verdad que duele y luego sana, que la mentira que consuela y luego mata”. A.R.