Pues yo pasaré aquella noche por la tierra de Egipto, y heriré a todo primogénito en la tierra de Egipto, así de los hombres como de las bestias; y ejecutaré mis juicios en todos los dioses de Egipto. Yo Jehová.” Éxodo 12:12 RVR1960
Queridos amigos, las plagas que Dios envió al desprevenido e idólatra pueblo egipcio estaban destinadas a que se conozca su poder y para que su nombre fuese anunciado en toda la tierra.
Con las plagas se demostró que no hay dioses que se le puedan enfrentar al Yo Soy, el Todopoderoso Dios creador de todas las cosas.
Era muy difícil que los hebreos fuesen liberados de su esclavitud. ¿Quién, en su sano juicio, habría deseado prescindir de los trabajos gratuitos que éstos realizaban en su condición de sometimiento?
La perspectiva del mundo debía ser vencida y la única forma posible fue a través de las plagas enviadas por Dios. La dureza del corazón de Faraón se traduce en orgullo y soberbia, sumada a sus creencias en falsos poderes (dioses), incluida la creencia de que el mismo Faraón tenía características de deidad.
Cada una de las plagas estaba destinada a exponer la inexistencia de poder en los diferentes dioses de Egipto. Por ejemplo, el primer desafío directo hacia los dioses relacionados con el río Nilo se desató a través de la conversión del agua en sangre, no solo las aguas del río sufrieron tan terrible mutación, sino aquellas que se encontraban en contenedores dentro de las casas, en suma, toda el agua se convirtió en sangre.
Cada una de las plagas ponía en serios aprietos la fe de los idolatras egipcios, dentro de los cuales se encontraban muchos hebreos que habían abandonado la fe de su Dios Jehová.
¿Por qué los dioses no hacían nada? Porque no eran dioses, así de simple. El poder del Dios de Israel era y es real, y tremendamente efectivo.
La novena plaga, la de oscuridad atacó directamente a la mayor deidad, el dios sol. Se supondría que nada podría dominar el poder de Ra, sin embargo, todo Egipto fue sumido en profunda oscuridad durante 3 días y sus noches. La gente se quedó donde estaba porque no veía absolutamente nada.
A pesar de tan tremendas plagas, que no solo destruyeron la economía de Egipto, sino que pusieron en evidencia la inoperancia de sus adorados dioses, Faraón no se inmutó hasta que murió su primogénito. Ese fue el punto de inflexión que dio lugar a la salida del pueblo hebreo.
Sin embargo, el juicio de Dios recién terminaría con la muerte del mismo Faraón tragado por las aguas del mar, quien era considerado hijo de Ra, es decir era un dios en la tierra. De esa manera Dios demostró su poder a través de sus maravillas.
El panteón de dioses egipcios fue destrozado, tal como Jehová había prometido y el pueblo hebreo salió indemne a pesar de haber pensado que sería destruido por el ejército de Faraón. Dios no peleó contra el aire, su batalla fue contra fuerzas demoníacas, y venció.
Muchos dirán cuán injusto fue Dios con los pobres habitantes de Egipto que nada tenían que ver en el tema. Eso dicen aquellos que no conocen cuán en serio Dios toma el pecado. Opinan de tal manera porque no tienen convicción de pecado y creen en la bondad del hombre. Quienes conocen a Dios y leen la Biblia no se sorprenden ante tales hechos de justicia santa de Dios.
Dios ejerció juicio sobre el pecado de los egipcios, pudo haber juzgado de igual manera a otros pueblos o a los mismos hebreos. Dios aborrece el pecado, por lo tanto, no minimicemos nuestros pecados. La Biblia enseña que todos recibirán justo juicio, tarde o temprano. Dios es soberano y de esa manera define cuándo y cómo actuar.
Él puede obrar juicio en el momento menos pensado, sin embargo, es paciente y nos da tiempo para arrepentirnos. ¿Será el coronavirus una advertencia para arrepentirnos? Podría ser. Tengamos presente que la paciencia de Dios se agota, ojalá nos arrepintamos a tiempo.
Ya se vio no hace mucho en Bolivia durante la caída del último gobierno; la gente “se volvió” a Dios ante los calamitosos hechos, sin embargo, retomó su vida normal dándole la espalda de nuevo apenas todo pasó.
Los hebreos se libraron de la muerte de los primogénitos porque confiaron en Dios y también actuaron en obediencia pintando sus dinteles con la sangre del cordero pascual.
No solo tenemos que creer, también debemos ser obedientes a Dios. Es nuestro deber de creyentes huir del Egipto espiritual, es decir separarnos del mundo y de toda idolatría. Recordemos que un Dios falso no necesariamente es de madera o yeso, es todo aquello que se interpone entre nosotros y el único Dios verdadero.
El Padre celestial no obró al azar en el orden y características de las plagas, pues Él siempre tiene el control absoluto de todas las cosas. Tampoco está obrando por casualidad en estos tiempos. Para los que creemos en Él esto debe darnos consuelo y esperanza, más aún cuando sabemos que todas las cosas ayudan a bien para los que amamos a Dios ( Romanos 8:28).
Les deseo un día muy bendecido.