¿Por qué me haces presenciar calamidades? ¿Por qué debo contemplar el sufrimiento? Veo ante mis ojos destrucción y violencia; surgen riñas y abundan las contiendas. Habacuc 1:3 NVI
Queridos amigos, Habacuc, el profeta, vivió durante épocas muy difíciles para su pueblo. En su tiempo Babilonia había invadido Judá dos veces antes de destruir Jerusalén por completo. Eran tiempos duros donde muchos eran perseguidos y otros oprimidos. La falta de ley hacía que la inmoralidad campeara.
Habacuc estaba devastado, porque no comprendía la falta de acción de parte de Dios ante la maldad reinante. ¿Acaso no era su pueblo el elegido? ¿Por qué Dios permitía tanto desmán acompañado de violencia y sufrimiento? Como siervo de Dios estaba profundamente afligido, él profesaba la verdad mientras el resto vivía en impiedad.
Habacuc en su dolor le preguntaba a Dios: ¿Por qué me haces presenciar calamidades? ¿Por qué pareces indiferente ante tanta maldad? ¡Parecería que la gente mala obrando tanta maldad quedará impune!
Son preguntas que también el hombre común de estos tiempos le hace a Dios. Son cuestionamientos tan antiguos como vigentes. Los amantes de la Verdad se entristecen ante la corrupción, el engaño, la persecución y opresión que se ven todos los días.
El abuso de las clases políticas, la manipulación de los poderosos y la maldad en pequeña o gran escala de los unos contra los otros. Los impíos controlan el sistema y se benefician de la injusticia, muy pocos se pueden escapar de su maldad. Y los creyentes que anhelan vivir en obediencia a la justicia y la verdad suelen ser las víctimas preciadas.
Es común que el inocente pierda su caso en el sistema legal corrupto, especialmente cuando obra con rectitud. La ley del más avispado es la que domina, porque al camarón que se duerme se lo lleva la corriente. Nadie quiere perder su oportunidad de sacar tajada en un sistema corrupto.
Pero hemos de tener cuidado de no increpar a Dios, imputándole pasividad por permitir que la violencia y corrupción, las riñas y contiendas persistan. Muchos se preguntan: ¿Cómo es posible que un Dios justo permita injusticia?
Así como Habacuc volquemos nuestros corazones a Dios cuando estemos pasando por aflicción. Podemos preguntarle por qué y hasta cuándo, pero no esperemos que Dios nos responda, y menos de inmediato. Es probable que Habacuc estuvo orando por lo mismo durante mucho tiempo sin recibir respuesta.
Dios en su soberanía puede responder, pero también se puede mantener distante, incluso cuando la oración es ferviente y la súplica sincera. Pero Dios da respuestas a sus fieles en Sus tiempos. Jehová le anunció al profeta que enviaría a los babilonios usándolos como instrumento de justicia.
Este anuncio no solo era la respuesta que Habacuc esperaba, sino una comunicación dirigida a todo el pueblo para que se diese cuenta de la obra de Dios. Habacuc había sido forzado a ver la decadente situación, y el pueblo debía ver lo que Dios haría a causa de dicha decadencia nacional.
Nunca pensemos que Dios está indiferente, Él es el Todopoderoso y está consciente de todos los problemas, y les pone soluciones generalmente impredecibles para el hombre. No permitamos que el entorno y la situación nos hagan dudar de Dios, nunca hemos de olvidar que Dios es bueno, justo y perfecto, incluso si no entendemos por qué no actúa o por qué obra de una manera u otra. No caigamos en el error del impío de juzgar los métodos de Dios.
Les deseo un día muy bendecido.