acerquémonos con corazón sincero, en plena certidumbre de fe, purificados los corazones de mala conciencia, y lavados los cuerpos con agua pura. Hebreos 10:22 RVR1960
Queridos amigos, Jesucristo es el camino vivo, que conduce a lo alto. A partir de la obra de Jesús en la cruz nada ni nadie se puede interponer al acceso directo a la presencia de Dios.
Cuando Jesús murió en la cruz el velo del templo se rasgó de arriba hacia abajo, algo que sólo Dios podía hacer. El velo dejó de ser un impedimento para llegar directamente al lugar santísimo, es decir, a la presencia de Dios.
Desde ese momento no había más necesidad de sacerdotes humanos como intermediarios entre Dios y el hombre. La misión del sumo sacerdote era ingresar al lugar santísimo en el templo una vez al año para mediar entre Dios y los hombres, especialmente para remisión de pecados.
Cristo es el Sumo Sacerdote, el único mediador que puede tender un estrecho lazo entre Dios y el hombre. Es Sumo Sacerdote sobre el Reino de Dios. Él no sólo nos muestra el camino, sino que es el Camino en sí mismo, que lleva a la presencia del Altísimo, otorgando libertad para entrar en el lugar Santísimo por la sangre de Jesucristo (Hebreos 10:19).
Sin el Salvador crucificado no existiría un camino al cielo para el hombre. Los creyentes pueden disfrutar del maravilloso privilegio de la salvación gracias a la preciosa sangre de Jesús derramada en la cruz del calvario. Su sangre fue la ofrenda expiatoria para que muchos pudieran ser salvos.
Podemos acercarnos a Dios de manera directa, el sistema complicado que tenían que cumplir los sacerdotes (levitas), quedó como algo del pasado. Cristo es el mediador, el Sumo Sacerdote y el Camino.
Justificados por la fe tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo (Romanos 5:1). Nuestra certeza de salvación nace del poder justificador de la sangre de Cristo para poder acercarnos al Padre con confianza.
Pero en cuanto a mi, el acercarme a Dios es el bien; he puesto en Jehová el Señor mi esperanza, para contar todas sus obras (Salmos 73:28). Entonces podemos acercarnos confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro (Hebreos 4:16).
La sangre de Cristo lava del pecado, limpia las conciencias de obras muertas, para después de ser limpiados, estar preparados para servir al Dios vivo (Hebreos 9:13-14). El servicio debe desarrollase con un corazón sincero absolutamente convencido por la fe. Es un corazón que demuestra confianza y seguridad ante la obra de Jesucristo y las promesas de Dios; la vida del creyente debe ser controlada por la esperanza que él mismo proclama.
La ley exigía lavamientos para purificación, pero a partir de la muerte de Jesucristo los cuerpos debían ser lavados en agua pura, haciendo alusión al agua que se usa en el bautismo, que tiene como objetivo recordar al cristiano que su forma de vida debe ser pura y santa.
Acercarse a la presencia de Dios implica darle culto de manera constante. El creyente no debe distraerse del lugar al cual pertenece, debe tener siempre presente que no es de este mundo, que su pasar por él es el de un forastero, pues pertenece al reino de los cielos.
Tengamos a Dios presente en nuestras mentes y oraciones, reservemos espacios especiales para Él, que las presiones del diario vivir no sean una excusa para no tenerlo presente, para descuidarlo e incluso olvidarlo temporalmente. Me gusta la idea de que todos los creyentes tienen su santuario íntimo, solo hay que decidir entrar en él para estar con Dios. ¿Necesitamos de una. Invitación?
Les deseo un día muy bendecido.
“Es mejor decir la verdad que duele y luego sana, que la mentira que consuela y luego mata”. A.R.