Pensemos en maneras de motivarnos unos a otros a realizar actos de amor y buenas acciones. Hebreos 10:24 NTV
Queridos amigos, qué difícil es llevar adelante una vida de nobleza sin la presencia del Espíritu Santo en el corazón.
El común de las personas suele defender su posición a rajatabla sin analizar (o poder discernir) cuánta razón tienen. Para conseguir su objetivo no escatiman en recurrir a la hipocresía, a la manipulación, incluso a la mentira. Cuando son confrontadas, sustentan su posición, utilizando las más creativas justificaciones.
Esto sucede cuando el Yo está en primer lugar. Se suele dar cuando Cristo no está presente o no se le permite estar presente a tiempo completo. El lema de vida del cristiano genuino deben ser las palabras del apóstol Pablo, que expresaba estar crucificado juntamente con Cristo, por lo tanto, ya no vivía él, más bien Cristo vivía en él; pues lo que vivía en la carne (su vida física), lo vivía en la fe del Hijo de Dios, el cual lo amó y se entregó a sí mismo por él y por todos sus escogidos (Gálatas 2:20).
Significa que el cristiano debe vivir como Cristo, sometiéndose al resto en mansedumbre y humildad con conductas puras y santas. Ay Señor nuestro, qué difícil nos resulta morir a nosotras mismos para que Cristo viva en nosotros. Pero esa es la misión del creyente genuino.
Esta gran dificultad conduce a que no sólo busquemos ayuda en Dios, sino que podamos contar con nuestros hermanos en Cristo para servirnos unos a otros, especialmente para estimularnos a dejar vivir a Cristo en nosotros, dejando morir a nuestro Yo.
La prodigación de amor puede nacer del alma en algunos convertidos por una fuerte presencia del Espíritu Santo en sus vidas, pero en mi experiencia no es la tónica común. Es por ello que los creyentes debemos estimularnos unos a otros a ejercitar vigorosamente la buena práctica del amor, para que las buenas obras también abunden en nuestras vidas.
Este trabajo conjunto y unido se conoce como la comunión de los santos y es un privilegio puesto por Dios para que nos ayudemos los unos a los otros en el crecimiento espiritual. Estar en comunión los unos con los otros es un instrumento imprescindible para mantenernos constantes en nuestro objetivo de menguar nosotros para que Cristo crezca, y permanecer perseverantes en el esfuerzo.
A partir de la muerte de Jesús los nacidos de nuevo tenemos privilegios que acompañan a nuestra vida nueva en Cristo. El velo se rasgó de arriba hacia abajo, eso significa que tenemos acceso directo y personal a Dios mediante Jesucristo, el sistema complicado para acercarse a Dios pasó a ser parte de la historia.
A través de la lectura de la Biblia podemos oír la voz de Dios para fortalecer nuestra fe, responder a nuestras interrogantes, superar cualquier duda y al mismo tiempo reforzar nuestra relación con Él.
No somos islas, pues somos parte del cuerpo de Cristo, de Su iglesia, y contamos con hermanos en la fe para ser estimulados, compartiendo alegremente nuestra común fe, adorando juntos a nuestro Señor.
Vemos que la necesidad de congregarse es alta. En estos tiempos muchos entienden por congregarse como asistir al culto del domingo y listo. Para la sana edificación entre hermanos es preciso reunirse en reuniones familiares (entre hermanos), espacios donde se puede compartir con transparencia sincerando los corazones. Estas reuniones no solo sirven para manifestar cuál es nuestra fe común, sino también para fortalecernos los unos a los otros en el Señor.
Hemos de manifestar el amor entre hermanos a través de obras de amor, unánimes en la verdad y justicia de Jesucristo. Nuestro deber es ministrarnos unos a otros en amor. Hemos de hacerlo con urgencia por la inminente segunda venida de Jesucristo nuestro Señor.
Les deseo un día muy bendecido.
“Es mejor decir la verdad que duele y luego sana, que la mentira que consuela y luego mata”. A.R.