“No vale sabiduría, ni entendimiento, Ni consejo, ante el SEÑOR. Proverbios 21:30 NBL
Queridos amigos, la sabiduría y soberanía de Dios le son inescrutables al hombre, especialmente al hombre natural.
El cuestionamiento a Dios de por qué le suceden cosas malas a la gente (impía) es común. Tratan de recibir una respuesta a sus males casi recriminando al Altísimo, sin comprender que todo lo que sucede en este mundo, tiene como fin último la justicia.
Nada sucede fuera del control de Dios, incluso las fechorías del diablo se encuentran dentro del perfecto plan del Todopoderoso; nada hay que se pueda escapar a su soberano dominio. Dios posee el poder absoluto sobre todas las cosas, incluido aquello que está en su contra. Todo lo que sucede es permitido por Dios, si no es causado directamente por Él.
Aunque es una absoluta tontería ir en contra del Creador, una gran mayoría del mundo lo resiste, ya sea de manera consciente o inconsciente. Incumplir los mandamientos, la ley que viene desde el cielo, es oponerse a Dios.
El conocimiento humano, incluidos su consejo y sabiduría, conducen al hombre por caminos escabrosos, pues lo hacen andar con la creencia de que es superior por lo avanzado de su entendimiento, por el nivel de desarrollo de su inteligencia, y así se enfoca más y más en desarrollar su soberbia, sin pensar en sus limitaciones y sin darse cuenta de que en verdad ningún mérito hay en él. Sus necias elucubraciones lo conducen a pensar que no necesita de nadie más, que a sí mismo, para seguir creciendo en grandeza.
Cuando el creyente se detiene a analizar la posición del hombre natural ante Dios, dicha situación se convierte en irrisoria, pues una criatura que no es ni eterna, ni infinita, ni todopoderosa, ni omnisciente ni omnipresente se pone a la altura de un Ser que es poseedor de todos esos atributos y mucho más. Y todavía espera comprender sus motivos para obrar y sus designios.
Entonces ni la sabiduría, ni el entendimiento, ni el consejo humanos pueden imponerse, menos derrotar a Dios. El hombre no es digno contendiente del Todopoderoso, nadie en el universo lo es. Pero la soberbia asentada en su corazón le hace creer que puede enojarse con Dios, resistirlo e incluso enfrentarlo.
Para los nacidos de nuevo la situación es otra, porque si bien se mantienen en su condición carnal, su sabiduría, su entendimiento y su consejo se ven cada vez más influenciados por las cosas que vienen de lo alto.
Los cristianos crecemos en sabiduría y entendimiento en la medida en que vamos conociendo en la Biblia la verdad de Dios y la vamos aplicando a nuestro diario vivir. Nuestra meta debe ser llegar a ser ese varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo (Efesios 4:13).
Los medios, tales como la inteligencia, el discernimiento, el entendimiento, la sabiduría, el buen consejo, que Dios pone a nuestra disposición hay que usarlos al máximo, sin olvidarnos que toda nuestra seguridad en esta vida y la venidera, incluida nuestra salvación, son sólo y únicamente de Cristo Jesús.
De similar manera contamos con la armadura de Dios (el cinturón de la verdad, la coraza de justicia, el calzado del evangelio, el escudo de la fe, el casco de la salvación, la espada de la Palabra) para nuestra guerra espiritual, pues la lucha no es contra seres humanos, sino contra poderes que dominan este mundo de tinieblas (Efesios 6:10-18).
Pero lo primero es que nos fortalezcamos en el poder de Dios, no confiemos en nuestra propia fuerza, como antes cuando éramos ignorantes, sino en la fortaleza del Señor, fiémonos en el maravilloso poder de su gloriosa fuerza.
Les deseo la bendición de gracia.
“Es mejor decir la verdad que duele y luego sana, que la mentira que consuela y luego mata”. A.R.