No apaguéis al Espíritu. 1 Tesalonicenses 5:19 RVR1960
Queridos amigos, apagar significa hacer que algo cese, ya sea en su emanación de luz, calor o en su funcionamiento.
Se puede apagar el amor con acciones contrarias a él. Y se puede apagar la luz para que reine la oscuridad. También se puede apagar el fuego para que deje de generar calor y luz, y precisamente del fuego del Espíritu nos está hablando la Palabra.
“No apaguen al Espíritu” también podría entenderse como no lo repriman o no lo atenúen. Tenemos que tener presente que ninguna obra humana puede apagar al Espíritu en el sentido de que su luz (fuego) cese de brillar por completo. De ahí que reprimir o atenuar pueden ser expresiones más comprensibles.
Los cristianos verdaderos son bautizados con el Espíritu Santo y con fuego (Mateo 3:11). El fuego ilumina, derrite, consume, purifica, y esa es la labor del Espíritu sobre las almas de los nacidos de nuevo, pues es un fuego que mora en todo creyente.
El seguir nuestros afectos de la carne y preocuparnos por las cosas terrenales, poniendo a las cosas de lo alto en segundo plano, es como echar tierra sobre una fogata para sofocarla, esa es la forma en que podemos “apagar” al Espíritu.
A pesar de su nueva condición, el convertido a nueva vida espiritual se caracteriza por continuar dando aletazos de su vida pasada. En ese sentido sigue a sus concupiscencias e impide su crecimiento en la gracia, al resistirse a lo bueno producido en su corazón por el Espíritu Santo.
El Espíritu quiere que nuestras actitudes y acciones sean el efecto de su reflejo. ¿Cuántas veces los creyentes se ven con actitudes y acciones tibias e inadecuadas, incluso reaccionando de manera contraria a lo que han aprendido?
La voz del Espíritu puede ser en sumo sutil, pero ningún creyente puede hacerse al sordo y argumentar que no oyó. Aunque la desobediencia suele ser moneda común, no obedecer a la voz del Espíritu por priorizar situaciones del diario vivir, es un grave error que conduce a que lo “apaguemos”.
Gracias a Dios el creyente genuino sabe cuando hizo algo malo, cuando pecó, y se arrepiente, pero mientras tanto, su accionar “apaga” al Espíritu.
Es menester del creyente mostrar la presencia del Espíritu en sus acciones. Tiene el deber de eliminar las ocasiones de pecar, evitar las tentaciones y esforzarse por vivir alejado del pecado. El cristiano puede abstenerse de pecar oyendo y siguiendo la voz del Espíritu.
Considero importante diferenciar entre “apagar” el Espíritu y “contristar” al Espíritu, aunque ambos impiden una vida en la piedad cristiana. “Apagar” se refiere a objetos, pero tiene un efecto similar al de “contristar” que se utiliza para personas. El Espíritu Santo puede ser “apagado” en su fuego y “contristado” como persona, porque es una persona divina de la santísima Trinidad.
No oír su voz es ignorarlo, vimos que en ese sentido se “apaga” al Espíritu. En cambio se contrista al Espíritu cuando se demuestran actitudes, pensamientos y hechos atribuibles a impíos; es actuar de manera pecaminosa.
Es imprescindible para el cristiano buscar vivir en santidad para no apagar ni contristar al Espíritu de Dios. Se deben aguzar los oídos espirituales para oírlo toda vez que habla al corazón para dejarse guiar en todas las cosas. El creyente debe buscar la pureza y el alejamiento del mundo y del pecado. Debe esforzarse por forjar un carácter conforme a Jesucristo.
Les deseo un día muy bendecido.
“Es mejor decir la verdad que duele y luego sana, que la mentira que consuela y luego mata”. A.R.