Así también vosotros, si por la lengua no diereis palabra bien comprensible, ¿cómo se entenderá lo que decís? Porque hablaréis al aire. 1 Corintios 14:9 RVR1960
Queridos amigos, en mis primeros intentos de acercarme a la fe de Jesucristo caí, como muchos, en manos de personas que tergiversan la sana doctrina.
Asistí a un evento llamado “encuentro” que tenía como espectacular cierre nada menos que el encuentro con el Espíritu Santo. Después de recibir algunas instrucciones me encontraba echado de espaldas en el suelo y no sabía que más hacer. Se me acercó una pastora, tan ungida como puede ser, y yo le pregunté “¿ahora qué hago?”
Después de realizar dos pases “mágicos” en mi estomago me dijo: “di lo que se te venga a la mente, cualquier cosa”. Como yo ya había venido escuchando la glosolalia (lenguaje ininteligible, con palabras inventadas) de otros, en mi afán por encontrarme con Dios, empecé a hablar “en lenguas” y hasta llegué a cantar.
Recuerdo ese día con una sonrisa en los labios, pues fui presa de una suerte de euforia colectiva, producto de una suma de situaciones religiosas durante dos días consecutivos, que aportaron a elevar los sentimientos de la gente y a creer que estaban tocando el cielo.
Salí gritando “soy libre, soy libre”, como todos. Puedo asegurarles que no me convertí ese día y que gracias a la misericordia y gracia de Dios mi posterior conversión no fue de índole emocional, sino espiritual, porque recién, bastante tiempo después, había comprendido el evangelio por obra del Espíritu Santo, entendiendo que Jesucristo es el centro de todo.
Hablé en lenguas que nadie entiende, supuestamente el Espíritu es quien comprende, y me sentí muy espiritual. Ningún seguidor de dichas prácticas podrá acusarme de escepticismo, pues puse mi mejor voluntad por seguir al pie de la letra el ritual. Pude comprobar que es solo un cúmulo de emocionalidad y un engaño espiritual.
Muchos de estos siervos del engaño argumentan que el don de lenguas es una realidad incomprendida, que los que lo rechazan tal cual se presenta en estos tiempos, tienen miedo a lo sobrenatural, que piensan que es imposible que Dios siga obrando entre su pueblo de esa manera.
La Biblia siempre se refiere a idiomas humanos cuando toca el tema de lenguas, por lo tanto, no es glosolalia lo que se da como don del Espíritu (Hechos 2). El don de lenguas es hablar en otro idioma a fin de evangelizar o ministrar a personas que hablan dicho idioma.
Si nadie entiende al que habla en lenguas para nada aprovecha. Es valioso solamente para el que escucha en su propio idioma y entiende, para el resto resulta inútil, a menos que exista quien pueda traducir (interpretar).
Y si se trata de glosolalia va en contra del principio de que nuestro Dios es un Dios de orden: «Pues Dios no es Dios de confusión, sino de paz, como en todas las iglesias de los santos” (1 Corintios 14:33)
El apóstol Pablo no pudo ser más claro: «Pero en la iglesia prefiero hablar cinco palabras con mi entendimiento, para enseñar también a otros, que diez mil palabras en lengua desconocida» (1 Corintios 14:19).
Considero que el don de lenguas ha cesado, sin embargo, también creo en la soberanía de Dios y que Él puede hacer el milagro que quiera cuando quiera y donde quiera. La Biblia no afirma concluyentemente que el don de lenguas haya cesado. Pero si estuviera vigente se realizaría de acuerdo a la Palabra escrita, y sería en un idioma real y comprensible (1 Corintios 14:10).
Tendría que regirse al mandato que Dios dio a través del apóstol Pablo: «Si habla alguno en lengua extraña, sea esto por dos, o a lo más tres, y por turno; y uno interprete. Y si no hay intérprete, calle en la iglesia, y hable para sí mismo y para Dios (1 Corintios 14:27-28).
Que el Señor nos dé discernimiento para entender lo que leemos y hablamos en nuestro propio idioma.
Les deseo un día muy bendecido.
“Es mejor decir la verdad que duele y luego sana, que la mentira que consuela y luego mata”. A.R.