Porque donde está vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón. Lucas 12:34
Queridos amigos, en estos días suena en sumó piadoso que alguien venda sus posesiones para satisfacer las necesidades de los más necesitados.
Muchas personas ven esto como un acto en extremo bueno y también creen que esa es una puerta al cielo.
Sin duda es una muestra de compasión que tiene mucho de bondad, sin embargo no es una garantía para tener el reino de los cielos asegurado.
Históricamente se conoce que muchos cristianos, especialmente aquellos de la iglesia primitiva, vendían sus propiedades para apoyar a sus hermanos más pobres. Fueron actos de hermandad como consecuencia de su conversión cristiana.
También observamos en Hechos 5:4 que la venta de las posesiones no era de carácter obligatorio para los cristianos. Ananías se ofreció a vender de voluntad propia un terreno con la intención de ayudar a la iglesia, nadie se lo impuso.
Hoy por hoy vemos muy pocos actos de gran desprendimiento y cuando se dan su repercusión es grande. El denominador común es que la gente tienda a acumular posesiones materiales con la idea equivocada de que su seguridad depende de esos recursos. Queda claro dónde está el corazón de estas personas, está puesto en los bienes materiales.
La Palabra nos enseña que lo material no es malo en la medida en que no sea lo que dirige nuestras vidas. No es malo ser rico si las riquezas no son las que dominan el corazón, es decir que el rico no sufre por desprenderse de una parte de su patrimonio. Las Escrituras nos enseñan a que demos con liberalidad, al fin y al cabo lo que estamos distribuyendo pertenece a Dios en su totalidad.
Para que nuestro pasar por esta vida sea agradable a Dios es bueno hacerse tesoros en el cielo. En términos financieros implicaría llevar todas nuestras inversiones a la obra de Jesucristo.
Poner nuestro dinero en el cielo es la inversión más segura, estará libre de los riesgos inflacionarios, cambiarios, económicos y políticos. Estaremos muy tranquilos porque sabremos que nuestro tesoro está asegurado y cuán hermosa consecuencia el saber que nuestro corazón también está ahí.
Si podemos dar, demos al necesitado, no le rehuyamos a nadie que nos pida, tengamos un corazón misericordioso para con todos. Que nuestro corazón atesore lo celestial y no lo terrenal.
Dios nos bendiga quitándonos el corazón de piedra y dándonos un corazón de carne.
Nota importante: No caigamos en la trampa de falsos maestros que llevan a mucha gente a dar sus posesiones con falsas promesas y hasta amenazas. Es importante que garanticemos el buen sustento de nuestras familias.