Respondió Juan y dijo: No puede el hombre recibir nada, si no le fuere dado del cielo. Juan 3:27 RVR1960
Queridos amigos, desde que nacemos vamos recibiendo una serie de cosas materiales e inmateriales de diferentes fuentes, de las cuales la más importante es en la regla la de nuestros padres.
De esa manera se ve asegurado nuestro crecimiento físico e intelectual, así mismo desarrollamos habilidades sociales, comunicacionales, emocionales, etc. a través de lo que vamos recibiendo de nuestro entorno.
Vemos que para nuestro desarrollo inicial y hasta llegar a ser personas independientes necesitamos recibir mucho de diferentes partes.
A pesar de que el Padre celestial está en control de todo, lo que vamos viviendo durante nuestra niñez y posterior juventud para a llegar a ser lo que comúnmente se llama “personas de bien”, es parte de este mundo y se lleva a cabo en él.
En contraposición, para nuestro desarrollo espiritual nadie de este mundo puede hacer algo, es decir el hombre no puede recibir nada, si no le es dado por Dios.
Este versículo muestra que quien diga que tiene vida espiritual y no haya recibido algo del cielo, es decir del Padre celestial, no puede decir tener vida espiritual verdadera.
Dios es quien da y quita, cuándo quiere y cómo quiere. En este caso Juan el Bautista está hablando de la soberanía de Dios, refiriéndose puntualmente a Su autoridad para otorgar oportunidades de servirle en los diferentes ministerios.
Juan el Bautista fue quien dijo que no era digno siquiera de desatar las correas del calzado de Jesucristo (Juan1:27), tarea que era normal para criados de baja categoría, que se ocupaban de quitar y guardar los calzados.
Podemos observar el sometimiento de Juan ante la soberanía y poder de Jesucristo.
Él tenía clara su tarea, que era la de dirigir la mayor cantidad de gente posible a Jesús.
Así mismo, tenía la suficiente capacidad como para rodearse de mucha gente y pretender ser un gran líder, sin embargo él sabía con claridad diáfana que lo que él representaba le era dado del cielo.
Dada la altísima reverencia que tenía por Jesucristo nunca estuvo tentado a convertirse en su rival. Él sabía a quién tenía por delante, porque le reconocía como ungido del Señor y como Rey de Israel.
Juan se daba por contento con ser el más humilde de los siervos de Jesús, reconocía como el más alto honor el poder servirle, aún en la condición más baja.
¿No es ese un gran ejemplo para nosotros? Estamos demasiado enfocados en todo lo que Dios nos puede dar y por tal motivo desenfocamos en lo que nosotros debemos darle a Él.
Enfoquémonos a servirle en obediente sumisión, de la misma manera en que Juan el Bautista lo hacía.
Recordemos que todo viene del cielo y que todo lo espiritual nos es dado siempre y cuando Dios así lo decida. Por lo tanto, sintámonos bendecidos en extremo si tenemos el llamado de servir al Dios altísimo y maravilloso, que es el Padre celestial.
Les deseo un buen día, que Dios les bendiga.