Para dar luz a los que habitan en tinieblas y en sombra de muerte; Para encaminar nuestros pies por camino de paz. Lucas 1:79
Queridos amigos, durante el tiempo del Antiguo Testamento se dieron eventos y profecías orientadas a la llegada del Mesías.
Zacarías pronunció una profecía antes de la llegada de quien iría a ser el precursor de Jesús. Juan el Bautista nació milagrosamente al final de los días de sus padres y fue el enviado para anunciar la llegada del Cristo.
Juan el Bautista fue quien dio las primeras luces antes de que la luz de Cristo Jesús brillase. Entonces las tinieblas fueron completamente iluminadas, ya nada podía ser escondido en ellas.
Jesucristo es el evangelio en sí mismo, y el punto culminante de su presencia terrenal se selló con su muerte y resurrección. El evangelio de Jesucristo, esas maravillosas buenas nuevas, llegó para quedarse, ahora y para siempre, porque la muerte de cruz, el derramamiento de sangre de nuestro Señor, fue un hecho por una única vez y para perdurar en la eternidad.
Hasta la llegada de Jesucristo el hombre vivía en tierra de oscuridad, lóbrega y tenebrosa, como sombra de muerte y sin orden, y cuya luz es como densas tinieblas (Job 10:22). La raza humana estaba aprisionada en aflicción.
No había salida ni escapatoria posible. Parecía que la oscuridad reinaría por completo, pero llegó la luz y los que estaban en tinieblas pudieron ver la esperanza de la redención de Jesucristo.
Aquellos que están en sombra de muerte, son similares a los reos que están ante la horrible espera del cumplimiento de la ejecución de la pena capital, con la gran diferencia de que no se dan cuenta de su desdichada condición, porque sus ojos no tienen luz para ver su triste destino.
A través del evangelio es posible ver las cosas que nos eran imposibles de visualizar, da luz a quienes están caminando a oscuras. El evangelio es el conocimiento de Jesucristo, muestra el camino justo y verdadero a seguir, encamina hacia el camino de paz con Dios.
Cristo es la Luz y es la única fuente de salvación. La Luz vivifica las almas y alumbra como Sol de justicia (Malaquías 4:2) para el gozo de los pecadores arrepentidos.
El Dios Padre envió a su único Hijo a morir para que muchos puedan ser salvos. Él es bueno y recto, por tanto, enseñará a los pecadores el camino. Encaminará a los humildes por el juicio, y enseñará a los mansos su carrera, pues todas sus sendas son de misericordia y verdad (Salmos 25:8-10).
De repente el pueblo que andaba en tinieblas vio gran luz; los que lloraban en tierra de sombra de muerte, fueron sorprendidos con la luz, que resplandeció sobre ellos (Isaías 9:2). Se abrieron los ojos de los ciegos, los presos fueron sacados de la cárcel, y los que moraban en tinieblas en casas de prisión fueron liberados (Isaías 42:7).
Jesucristo guía a los ciegos por camino que no sabían, les hace andar por sendas que no habían conocido; delante de ellos cambia las tinieblas en luz, y lo escabroso en llanura. Estas cosas hace a quienes creen en Él y no los desampara (Isaías 42:16).
Sigamos al Señor Jesucristo para hallar reposo, paz y gozo para nuestras almas. Tengamos comunión con Él, vivamos alejados de las tinieblas, mostremos que su sangre nos ha limpiado de todo pecado.
Les deseo un día muy bendecido.
“Es mejor decir la verdad que duele y luego sana, que la mentira que consuela y luego mata”. A.R.