Os digo que pronto les hará justicia. Pero cuando venga el Hijo del Hombre, ¿hallará fe en la tierra? Lucas 18:8 RVR1960
Queridos amigos, después de la muerte de mi amada hermana, a pesar de declararme ateo, terminé yendo a una capilla católica.
No obstante, mi rechazo irreverente a la iglesia católica en su conjunto no pensé sobre la incoherencia de visitar uno de sus lugares de culto.
Durante los días oscuros y tristes que estaba pasando tenía en el corazón la necesidad de encontrar respuestas para mi dolor. Mi reacción, lo puedo ver ahora, estaba ligada a la tradición que conocía y, como muchos, me fui a sentar en un banco a contemplar las imágenes que nada me podrían decir, esperando recibir al menos un indicio para entender lo sucedido. Finalmente hice una escueta oración pidiendo por el alma de mi hermana. Una muestra más de mi ignorancia.
Después de este doloroso suceso, pasaron muchos años hasta que conocí a Dios. Entonces entendí que Él me había estado sustentando desde mi nacimiento. Estoy completamente convencido de que el Padre acompaña a sus escogidos, incluso antes de que éstos sean hechos hijos Suyos.
Si en mis días de tristeza hubiese conocido a Dios y sus promesas, con seguridad su consuelo hubiese sido grande, más allá de haber estado bendecido con discernimiento espiritual de las cosas que me estaban sucediendo.
La historia de la viuda y el juez nos muestra cómo nuestro Señor obra en los días oscuros de nuestras vidas. El juez injusto optó por hacerle justicia a la viuda porque ésta insistió y perseveró. Si un juez malo puede actuar finalmente con justicia, aunque por motivos egoístas, cuánto más el Dios justo y misericordioso escuchará el lloro y defenderá la causa de aquellos a quienes ama? Aunque nadie quedará sin recibir la justicia de Dios, porque todos pagarán el precio de sus malas obras.
No nos desanimemos en nuestra oración. Si la respuesta, a las oraciones que hemos hecho en lo más profundo de nuestro dolor derramando amargas lágrimas, tarda en llegar, podemos estar seguros de que el momento no es el adecuado o que el Señor tiene preparado algo mejor.
El Dios Padre ama a sus hijos y como el mejor padre del universo quiere lo mejor para ellos y les da lo que necesitan. Esa verdad no debe llevarnos al error de pensar que vamos a obtener siempre lo que pidamos. Recordemos que la Palabra nos enseña que no sabemos pedir cómo conviene, nuestro amoroso Padre sabe lo que es bueno para nosotros y quizás el anhelo de nuestro corazón es más para mal que para bien.
El pueblo de Dios está diseñado para ser pueblo de oración. Entonces, los que somos su pueblo, no nos cansemos de orar para que no se cumpla el cuestionamiento que Jesús hizo, diciendo que no sabía si habría fe en la tierra para su retorno.
Pidamos gracia y misericordia con mucho fervor en nuestras oraciones. A Dios le agrada que confiemos en Él, orar fortalece nuestra fe y evita que vivamos abrumados por la vida. Pero pidamos lo que pidamos debemos coronar todas nuestras oraciones con el genuino deseo de que siempre se haga la voluntad de Dios, que es santa y perfecta.
Les deseo un día muy bendecido.