Examinaos a vosotros mismos si estáis en la fe; probaos a vosotros mismos. ¿O no os conocéis a vosotros mismos, que Jesucristo está en vosotros, a menos que estéis reprobados? 2 Corintios 13:5 RVR1960
PARTE 1
Queridos amigos, un gran reto el de auto examinarse, que el apóstol Pablo impuso a la iglesia de Corinto y como consecuencia se impone a todo creyente.
Los corintios a quienes va dirigida la epístola de Pablo se mostraban disolutos en su diario vivir, se entregaban con facilidad y frecuencia a la inmoralidad, y por tal motivo fueron duramente reprendidos por nuestro apóstol, quien en amor cristiano les exhortó a retornar a la vereda de Dios.
Toda vez que leo el versículo en cuestión, me detengo a reflexionar sobre mi situación como creyente y hago una evaluación, que gracias al Dios Padre y a Jesucristo me lleva a gozarme por estar bendecido con la infinita gracia. A pesar de ello y de anhelar vivir en santidad, continuo pecando y seguramente seré reprendido y disciplinado hasta que el Señor me perfeccione por completo.
Mi intención, en esta primer parte es exponer algunas condiciones o circunstancias que no niegan, pero que tampoco afirman la fe genuina de las personas. Para muchos son señales de estar bien encaminados, sin embargo, con frecuencia no es el caso, es más, en mi experiencia personal he vivido variadas tristes sorpresas en relación a este tema.
Estar firmes dentro de algún ministerio en la congregación local no es garantía de fe verdadera. Un muchacho que conocí en una congregación se veía muy comprometido con el Señor, ingenuamente pensé que era convertido. Él era parte activa del ministerio de música y cantaba alabanzas y tocaba la guitarra con gran entrega.
Pasado un tiempo dejó de asistir a la congregación, dejando también de tocar y cantar alabanzas a Dios. Poco después se enamoró de una no creyente y continuó viviendo la vida de los impíos en el mundo, lo cual sigue haciendo hasta ahora, varios años después. Algunos pueden alegar que se alejó de Dios, yo consideró que nunca estuvo convertido (Mateo 7:21-23).
Una moralidad visible tampoco es garantía de que alguien sea convertido. Cuando vivía en Europa y no era convertido tenía un par de buenos amigos. El mayor de ellos el “tío” es un hombre de exquisito gusto, buenas maneras, muy educado y distinguido, era funcionario de una importante organización internacional. Nunca le oí decir una mala palabra y lo que hacía se veía correcto y adecuado, al extremo que resultaba un ejemplo a seguir. El “sobrino”, un muchacho un par de años mayor que yo, recibía ayuda económica del tío para pagar sus estudios universitarios. Una noche mientras visitábamos al tío en su lindo departamento, sin querer, me percaté que el tío se cobraba con favores sexuales (Mateo 19:16-21; 23:27).
Una participación religiosa activa tampoco es garantía de conversión. En la empresa donde trabajo contratamos a un joven funcionario que mostraba una vida completamente dedicada a su movimiento religioso, más allá de su propio testimonio, casualmente recibimos retroalimentación positiva de una persona que lo conocía. Ante tal situación no dudamos en invitarlo pensando que era la persona adecuada para el manejo de valores. Al poco tiempo nos vimos negativamente sorprendidos de que se había estado “prestando” fondos (Mateo 25:1-10).
Tampoco se llega a distinguir una fe verdadera a la sombra de un alto nivel de conocimiento intelectual de las Escrituras. Tengo un primo que es un intelectual que sorprende por los conocimientos que tiene, especialmente en los ámbitos histórico y político. Él se declara creyente y lee la Biblia desde su perspectiva histórica y describe los hechos de los libros históricos como una epopeya de la historia de los hebreos sin ver que es revelación divina pura y que tiene una total trascendencia espiritual. Sin lugar a dudas está guiado por una fe intelectual y quienes no conocen a Dios le ven como una persona muy convencida (Romanos 1:21; 2:17).
Existen personas que afirman a ultranza que caminan con el Señor, demostrando una seguridad tal que los ingenuos les creen, un clásico ejemplo es el de los fariseos (Mateo 23). Por otro lado están varios líderes cristianos tan famosos como estrellas de rock, que están más dedicadas a recolectar fondos para fines inciertos, que en la difusión del verdadero Evangelio de Jesucristo.
Tampoco es garantía el hecho de aceptarse como pecador. Conozco muchas personas que reconocen ser pecadores, pero no tanto. Eso demuestra que son conscientes de la existencia del pecado en sus vidas, pero sin embargo, no llegan a humillarse a los pies de Cristo porque no han sido convencidos de pecado por el Espíritu Santo (Hechos 24:25).
Finalmente están aquellos que como en Lucas 8:13-14 reciben la semilla del Sembrador, pero ésta no se desarrolla por caer sobre la piedra o entre espinos. Los primeros no dan fruto porque solo creen por algún tiempo y luego se apartan y los segundos tampoco dan buen fruto porque ponen atención a la Palabra a un principio y luego se alejan ahogados por los afanes, las riquezas y los placeres de la vida.
No dejen de leer la segunda parte, les deseo un día muy bendecido.