Porque de cierto, cuando vinimos a Macedonia, ningún reposo tuvo nuestro cuerpo, sino que en todo fuimos atribulados; de fuera, conflictos; de dentro, temores. Pero Dios, que consuela a los humildes, nos consoló con la venida de Tito;”. 2 Corintios 7:5-6
Queridos amigos, en definitiva, donde está presente el poder de Dios es imposible que reine el caos, precisamente porque Dios tiene como atributo personal el orden.
En Corinto estaba a la vista el desorden como consecuencia de las contiendas continúas suscitadas por judíos y gentiles, lo que daba lugar a gran preocupación en aquellos que eran seguidores de Cristo.
Existía una polarización entre los que se oponían y perseguían a Pablo y los que abrazaban todavía «débilmente» la fe cristiana.
La iglesia de Corinto estaba, por así decir, contaminada por factores externos que eran además muy dominantes. Este hecho le causaba gran preocupación a Pablo, tal era la situación en su gravedad que Pablo no tuvo reposo en su cuerpo por todos los problemas y tampoco pudo descansar por dentro por los temores que le infundían los hechos en Corinto.
Tal era el desorden dentro de la Iglesia de Corinto que Pablo se vio obligado a escribirles una carta muy dura para llevarlos al orden, que todos los creyentes debemos tener.
Pablo tenía dudas sobre el efecto que la mencionada carta habría de tener sobre la iglesia y por consiguiente estaba muy ansioso por las noticias que Tito le traería de Corinto.
Podemos describir esta situación de espera como una agonía física y espiritual para Pablo, tal era su nivel de identificación y compromiso por la vida de sus hermanos, en este caso por aquellos de Corinto que se encontraban en peligro espiritual.
Es menester del hermano más crecido exhortar a sus hermanos menos crecidos cuando ve que se hace necesario. Pablo se encontró en un extremo mayor por lo que tuvo que reprender a los corintios por la forma de vida que estaban llevando, ya no era posible una reflexión, era el momento de una llamada severa de atención, era necesario tomar el toro por las astas porque la situación podía derivar en algo incontrolable.
El amor de Pablo por los corintios era visible porque su interés estaba centrado en que fueran y vivieran como hijos de Dios y que se alejaran de toda desobediencia e insensatez. Sin duda una severa disciplina causa dolor en el disciplinado, pero eso no quita la responsabilidad de hacerlo por el bien consiguiente.
Finalmente llegó Tito con la buena noticia que los corintios habían respondido a la dura reprensión con arrepentimiento y obediencia.
Después de haber sido perseguido y maltratado recibir el consuelo de que los descarriados se arrepintieron es de gran gozo y consuelo. Pablo actuó responsablemente y Dios premió su responsabilidad con el progreso de su ministerio en la iglesia de Corinto. El Señor fue quien se ocupó de poner el orden deseado.
Los corintios mostraron arrepentimiento genuino y se esforzaron por remediar lo que su indisciplina y desobediencia ocasionaron, fueron bendecidos con gracia y fueron guiados por el Espíritu Santo para encausarse a una vida espiritual dedica al Señor.
Cuan contraría es la situación del mundo, cuando su pecado es descubierto, su dolor se concentra en que fue expuesto a vergüenza, sin embargo, no tendría ningún empacho en continuar si tuviera la oportunidad de hacerlo sin sufrir consecuencias.
Tengamos mucho cuidado en ver la verdadera maldad dentro de nuestro pecado y arrepintámonos, buscando vivir piadosamente.
Si somos más crecidos espiritualmente no dudemos en exhortar y reprender al hermano, el gozo por el arrepentimiento es siempre mayor que el dolor de la disciplina.
No hagan ayuno espiritual, lean la Biblia todos los días.