Es verdad que ninguna disciplina al presente parece ser causa de gozo, sino de tristeza; pero después da fruto apacible de justicia a los que en ella han sido ejercitados. Hebreos 12:11
Queridos amigos, he aprendido que una de las mejores cosas para una vida exitosa es la disciplina. No hay disciplina si no hay entrenamiento, si no se cultiva el buen hábito.
Para ser un mejor cristiano también se requiere de disciplina. Hay que orar, leer la Palabra y llegar a otros con el Evangelio de forma regular y constante, es decir de manera disciplinada.
Cuando se consigue la disciplina es causa de gran gozo porque se sabe haber dado un buen paso hacia el j espiritual, es decir a ser un mejor imitador de Cristo y tener mayor comunión con el Padre.
Sin embargo el autor de Hebreos está hablando del otro tipo de disciplina, aquella que sirve para reencausar, por ejemplo aquella que un hijo recibe de un padre, porque es necesario que le encarrile por el camino correcto.
Si bien el creyente sabe que la disciplina de Dios tiene infinitos beneficios, recibirla ahora y acá es doloroso. El lado bueno es saber que el creyente que es disciplinado por el Padre celestial es porque está recibiendo trato de hijo. El gozo de saberse hijo de Dios es grandioso, por lo que ninguna disciplina debería desalentarnos.
El que no es disciplinado por el Padre, es porque no es hijo, la palabra dice que los que no son disciplinados son bastardos, es decir hijos ilegítimos. Duro pero cierto.
Los padres antiguos, como Moisés, Samuel, Elías o David, disciplinaban a sus hijos, es decir al pueblo hebreo, y eran respetados como representantes de Dios.
Éstos conocían la ley de Dios y disciplinaban en base a ella, sin embargo lo hacían en la medida y en el tiempo que su criterio humano les dictaba.
En cambio Dios sabe con total exactitud la medida y el tiempo de la disciplina, además sabe el tipo de disciplina que mayor provecho tiene para cada uno de nosotros.
Dios quiere que participemos de su santidad a través de nuestro crecimiento espiritual generado por el dolor de la disciplina.
No por nada está escrito que la disciplina que genera tristeza, también es causa de fruto de justicia, es decir que produce la agradable y tranquila cosecha de una vida recta para los que han sido entrenados por ella.
La pregunta que deberíamos hacernos es: ¿Por qué mejor no le somos obedientes al Padre celestial? Esa obediencia con seguridad nos alejará de las, quien sabe, duras disciplinas y nos acercará a la vida eterna en comunión plena con el Señor de los cielos.
Les deseo muchas bendiciones, de las que Dios sabe que necesitamos.