Pero si tenéis celos amargos y contención en vuestro corazón, no os jactéis, ni mintáis contra la verdad; porque esta sabiduría no es la que desciende de lo alto, sino terrenal, animal, diabólica. Santiago 3:14-15
Si ustedes son sabios y entienden los caminos de Dios, demuéstrenlo viviendo una vida honesta y haciendo buenas acciones con la humildad que proviene de la sabiduría; pero si tienen envidias amargas y ambiciones egoístas en el corazón, no encubran la verdad con jactancias y mentiras. Pues la envidia y el egoísmo no forman parte de la sabiduría que proviene de Dios. Dichas cosas son terrenales, puramente humanas y demoníacas.» Santiago 3:13-15 NTV
Queridos amigos, ¿cuántas veces nos hemos visto en situaciones de celos y envidias?
Es algo que está tan arraigado en la naturaleza humana, que a la mayoría le parece normal.
Pero para el cristiano genuino un comportamiento de ese tipo no es en absoluto normal, porque va totalmente en contra de los preceptos de Dios, y el creyente quiere ser obediente a lo que Dios manda, porque por amor no quiere herir su santidad.
Los celos y la envidia traen resentimiento hacia los demás. Lo peor de todo es que nos empecinamos en mentir contra la verdad.
La verdad es, entre otros, amar, perdonar, demostrar misericordia.
Nos ponemos en una situación de querer imponer nuestro egoísmo a cualquier costo, en muchos casos dispuestos hasta a pisotear al otro.
Tengamos por seguro que este proceder no tiene ninguna relación con Dios. Nos aleja de toda posible comunión con Él.
Solo puede venir de una retorcida sabiduría del hombre que está limitada a este mundo, proveniente de un corazón endurecido y un espíritu no redimido.
Es la escenificación de la maldad del hombre combinada con las fuerzas de Satanás.
Entonces se trata de una situación desesperada que necesita de una solución radical.
Se requiere de la intervención del Creador a través de su Evangelio, que es poder de Dios que salva. Él es el único que nos puede dar la esperanza de salir de tan grande problema.
Necesitamos ser regenerados en espíritu, creer verdaderamente en Jesucristo y anhelar vivir en obediencia para santificación. Mi mayor deseo es que Dios les bendiga con su gracia.