Sed, pues, misericordiosos, como también vuestro Padre es misericordioso. Lucas 6:36
Queridos amigos, en las películas de acción donde usualmente existen los buenos y los malos, se suele presentar como primera parte el gran desempeño destructivo de los malos para terminar con la participación activa de los buenos neutralizando a los malos, siendo el fin definitivo de la película normalmente la aniquilación de los malos.
No es casualidad que esa sea la tónica de estas películas, están hechas para satisfacer las expectativas de las personas. En general lo que buscamos satisfacer es el agravio o el daño recibido. Si se recibe muerte, se devuelve muerte o por lo menos ese es el deseo más íntimo que tenemos.
Sería un tanto extraño y vendería muy poco un final en el que el bueno le diga al malo: «eres muy malo, pero en verdad eres digno de compasión, yo no soy tan bueno como parezco, consideró que debo tener misericordia de ti, te perdono, ve en paz y deja de hacer el mal».
Qué final más hermoso y de mensaje profundo desde la perspectiva espiritual, sin embargo, desde la perspectiva del mundo sería un final débil y decepcionante porque el tipo merecía morir y eso es lo que se quiere ver.
¿Por qué el sentir misericordia no está o está muy poco dentro de la perspectiva de las personas? Se podría pensar que la compasión es algo normal en el hombre natural, sin embargo, no lo es.
La misericordia es la disposición a compadecerse del sufrimiento o la miseria de otros. Es una virtud que impulsa a ser benévolo al momento de juzgar, enjuiciar o castigar.
Dios es misericordioso principalmente ante nuestra desesperanzada miseria. Nuestra naturaleza caída nos lleva a vivir en constante pecado, el cual nos conduce a perdición, que a su vez nos pone en una posición absolutamente miserable.
Maravilloso es el rescate que Dios hace de los seres más miserables a través de su divina misericordia, porque no hay condición más miserable que la del humano pecador ante los ojos de Dios. En mi imaginación ni el animal en el estado más deplorable es más miserable que un pecador destinado a la perdición eterna.
Agradezcamos al divino Creador por ser misericordioso con quienes no merecemos misericordia alguna. A través de su infinita misericordia Él permite que los escogidos puedan ser salvos por su gracia.
Quienes son salvos se saben absolutamente inmerecedores de la salvación y viven reconociéndose como deudores de Dios. Es esa condición que les lleva buscar ser misericordiosos con su prójimo que no merece misericordia, tal cual Dios fue misericordioso con ellos.
A partir de la nueva condición espiritual de nacidos de nuevo los creyentes pueden sentir verdadera misericordia por los que les odian, los que les hacen daño o los que les son deudores en algún modo.
Busquemos el reino, arrepintámonos y convirtámonos reconociendo que Jesucristo es nuestro Señor y salvador para tener misericordia en el corazón y de esa manera poder amar hasta a nuestro enemigo.
Les deseo un lindo día, bendecido por la presencia de Cristo Jesús en sus vidas.