Antes bien los miembros del cuerpo que parecen más débiles, son los más necesarios; y a aquellos del cuerpo que nos parecen menos dignos, a estos vestimos más dignamente; y los que en nosotros son menos decorosos, se tratan con más decoro. 1 Corintios 12:22-23 RVR1960
Queridos amigos, Cristo ya no está en este mundo de manera física en cuerpo, pero están todos sus seguidores que sumados hacen un cuerpo: El cuerpo de Cristo con el Señor a la cabeza. Esta es una linda analogía de unión en amor, que desea enfatizar la importancia de cada miembro del cuerpo.
El cuerpo necesita unos pulmones que lo oxigenen, un cerebro que lo dirija, unos ojos que le brinden visión, unas manos para que trabajen por la obra, unos pies que transporten el mensaje, una lengua que hable en nombre del Señor, en fin, cada miembro del cuerpo tiene una función importante que cumplir. Nadie en su sano juicio dirá que se cortará el dedo meñique, porque no le sirve; pero si lo hiciera se daría cuenta demasiado tarde de cuánto lo necesita.
Un cuerpo es sano cuando todos sus miembros están bien, entonces recién puede trabajar interactuando con eficiencia interdependiente. Las partes del cuerpo se necesitan unas a otras, una parte no puede trabajar independientemente de otra, el ojo requiere de los músculos y del cerebro para ver.
La mano no puede estar celosa de las orejas y menos codiciar su función, sabiendo que Dios dispone las funciones para cada uno de sus hijos miembros del cuerpo de Cristo. Si alguien está descontento con su función debe entregarse en oración y debe hablar con sus hermanos en la fe, pues no sería para nada bueno que dicha situación produzca aislamiento o, peor, disensión.
El marco del respeto cristiano es fundamental, porque nadie es más importante que otro. El mayor debe servir al menor, es una ley impuesta por Jesús. Si un órgano del cuerpo deja de funcionar, por más pequeño que parezca representa una molestia, como lo es una uña encarnada.
Puede que algunas obras parezcan más relevantes, pero a los ojos de Dios todos los trabajos sinceros cuentan por igual. Si llegamos a pensar en la importancia o trascendencia de nuestra obra y la comparamos con la labor de otros, entonces nuestro actuar no es muy cristiano, es más bien de orgullo espiritual.
Cada parte del cuerpo debe cuidar a las otras, sabiendo que su buen estado es preponderante para el bienestar del resto. Se debe actuar con solidaridad, reír cuando otros ríen y llorar cuando otros lloran, en resumen vivir como iglesia cada uno con sus deberes.
Ser parte del cuerpo de Cristo es la gloria del cristiano verdadero, pero es por el Espíritu que somos convertidos en miembros del cuerpo, no por nuestras obras. No importa el valor que alguien pueda darles a la partes, pues para Dios todas cuentan por igual; Dios no hace acepción de personas. Hay miembros del cuerpo que son de menor honra, que no dejan de ser parte del cuerpo, y cumplen con una función específica y siempre valiosa.
El dicho “si naciste para martillo del cielo te caen los clavos” es muy válido al momento de sopesar lo que Dios manifiestamente decidió para que cada uno de sus hijos sea. En el cuerpo es necesaria la existencia de diversidad de miembros, cada uno con una función y una posición. Ni uno solo de los miembros del cuerpo de Cristo resulta no ser de provecho para la iglesia.
En el cuerpo natural la mano no le dice cuánto le disgusta a su rodilla, más bien la frota y la calienta cuando sufre desgaste. Ella cumple con su deber de mano. Y las partes indecorosas son cubiertas también por las manos cuando no hay nada más para taparse. De igual manera debemos cumplir con los deberes de nuestra función, con misericordia, humildad y en amor.
En el cuerpo de Cristo hay pobres y ricos, estudiados y analfabetos, bellos y feos, gordos y flacos, flemáticos y fogosos, serenos y nerviosos, pero ninguno debe ser tratado con desprecio ni con menosprecio. Al más débil hay que cuidarlo, porque puede ser el más necesario según Dios, al harapiento hay que vestirlo dignamente y a los menos decorosos se los debe tratar con el mayor decoro.
Cuánto más unidos los miembros del cuerpo más comunión existirá y se podrá trabajar mejor para la obra del Señor, por tanto, la convivencia entre hermanos será más rica, más valiosa, más edificante.
Les deseo la bendición de gracia.
“Es mejor decir la verdad que duele y luego sana, que la mentira que consuela y luego mata”. A.R.