Y yo, si fuere levantado de la tierra, a todos atraeré a mí mismo. Juan 12:32 RVR1960
Queridos amigos, solemos moldearnos imaginativos patrones de las cosas, y lo más llamativo es que deseamos que el resto se adecue a nuestra manera de pensar.
Esto nos suele ocurrir con frecuencia en ámbitos tales como los gustos, el pensamiento político y religioso. Nos sentimos mucho más cómodos con personas que piensan igual o parecido a nosotros, y a los “diferentes” preferimos tenerlos lejos.
En el caso de los judíos una gran mayoría se había hecho una idea de cómo habría de ser el Mesías. En su concepto era alguien que nunca moriría, sustentándose en ciertos pasajes del Antiguo Testamento (Salmos 89:35-36, Salmos 110:4, Isaías 9:7).
Su paradigma no contaba con que moriría y resucitaría venciendo a la muerte para después reinar eternamente. Tampoco entendían que su muerte sería la bendición más grande para la humanidad. No pudieron creer que Jesús era el Mesías, porque el concepto que se habían formado no coincidía con la forma en que había llegado.
Eso suele ocurrir con las personas que siguen una religión conforme a patrones humanos, como lo es el judaísmo. Solo el cristianismo sigue el Camino, la Luz, la Verdad, porque solo los cristianos son bendecidos por Dios y los ojos y oídos espirituales les son abiertos, de tal forma que pueden discernir (ver y oír) las cosas espirituales inmersas en las Sagradas Escrituras.
Jesús estaba diciendo que moriría, y de qué tipo de muerte se trataba. “Ser levantado” equivale a ser crucificado. En obediencia a los designios del Dios Padre debía primero sufrir y después morir, para luego establecer su reino eterno. Su propósito era glorificar al Padre en obediencia y atraer a los hombres.
La peor muerte posible, en el madero maldito, es decir la de cruz, se constituía en el medio necesario para conseguir la victoria sobre el pecado y Satanás, vencería a la muerte y brindaría salvación a todo aquel que llegase a creer en Jesús.
Un acto de amor y bondad maravillosos, que sin embargo, atrae a muy pocos, debiendo ser en extremo atractivo para todos. Jesús murió por nuestro pecado, sufrió el dolor y la angustia de ser maltratado y vituperado, terminando colgado de un madero como un vil criminal, a pesar de ser completamente inocente.
El Señor Jesús vino a morir en máxima humillación, pero mucho antes de su venida Él había decidido entregar su cuerpo para satisfacer la honra de Dios, la cual estaba mellada por un sinnúmero de injurias a causa del pecado de la humanidad. Su sacrificio como ofrenda por el pecado fue el mayor acto de entrega posible para bendecirnos con redención y salvación.
Al ser levantado reconciliaría al mundo con Dios, vencería definitivamente al gran enemigo Satanás, destruiría el poder del pecado y anularía el poder de la muerte. Ahora atrae a sí mismo los corazones de los hombres, de aquellos que en Él creen.
Para caminar con Cristo debemos seguir sus criterios, pues los nuestros no cuentan para nada, Él es Dios y nosotros meros pecadores mortales. No pensemos que Él se amoldará a nuestros deseos, porque además de imprevisible su perfecta mente tiene alcances para nosotros inimaginables.
Les deseo un día muy bendecido.
“Es mejor decir la verdad que duele y luego sana, que la mentira que consuela y luego mata”. A.R.