Enséñame, oh Jehová, el camino de tus estatutos, Y lo guardaré hasta el fin. Dame entendimiento, y guardaré tu ley, Y la cumpliré de todo corazón. Guíame por la senda de tus mandamientos, Porque en ella tengo mi voluntad. Inclina mi corazón a tus testimonios, Y no a la avaricia.» Salmos 119:33-36 RVR1960
Queridos amigos, hemos sido dotados por Dios con capacidades físicas y de inteligencia, que normalmente solo utilizamos para satisfacer nuestras necesidades personales.
Somos seres que por naturaleza nos amamos a nosotros mismos y usualmente solemos pensar primero en nosotros.
Hoy tomo como ejemplo a la publicidad que promueve a que nos centremos más y más en nosotros mismos, sustenta el hedonismo, los disfrutes de la vida, haciéndote pensar que si te tomas un whisky con hielo polar ya cumpliste un hito en tu vida, muestra cánones de belleza imposibles de seguir para la gran mayoría, que sin embargo son aceptados como adecuados, y así sucesivamente.
Debemos reconocer que en muy pocos casos no nos hemos puesto como primeros y que también hemos sido influenciados por la publicidad.
Reconocemos que muchas de las cosas que seguimos y hacemos son una tontera, pero bajo el argumento de «todos lo,hacen», «me gusta» continuamos.
Entonces, ¿dónde queda la inteligencia que Dios nos ha dado? Esa inteligencia no nos permite entender las cosas de Dios y por eso continuamos sumidos en satisfacer nuestro ego y no dudamos en seguir contaminándonos con la TV.
Ahora podemos entender por qué el salmista no confía en su inteligencia y le pide a Dios que le enseñe y le de entendimiento.
Es imposible comprender la verdad de Dios sin contar con discernimiento espiritual, se podría decir que es una nueva inteligencia que Dios da a quienes bendice con su gracia. Oremos por ojos y oídos espirituales.
Sin la guía de Dios es imposible transitar por sus caminos a pesar de poder tener todas nuestras aptitudes físicas y mentales en perfecto estado.
Solemos inclinar nuestro corazón hacia lo malo, no somos humildes, ser manso es visto como malo, nos gusta argüir y discutir, mentimos para salir del paso, no sabemos perdonar ni pedir perdón, etc.
Necesitamos que Dios incline nuestro corazón hacia lo bueno, no lo podemos hacer por nosotros mismos.
En definitiva somos seres dependientes del Creador para poder seguirle y vivir una vida en su luz, que es guardar sus mandamientos.
Por tanto es imprescindible arrepentirse y convertirse.
Les deseo que Dios les bendiga con su maravillosa gracia.