El que en él cree, no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios. Juan 3:18 RVR1960
Queridos amigos, en mi experiencia personal tengo la plena certeza, que antes de oír el Evangelio y haber sido bendecido por el don de fe que permitió hacer efectiva la cruz de Cristo en mi vida y ser justificado de pecado, yo ya estaba condenado a la perdición eterna, porque no había creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios.
Incluso bastante tiempo después de estar involucrado en círculos donde se hablaba del Dios de la Biblia creo que me reconocían como creyente y yo pensaba que creía, pero en verdad seguía sin creer genuinamente.
Escudriñando las escrituras fue cuando Dios me dio ojos espirituales y pude discernir lo devastadora que era la situación en la que me encontraba, una total bancarrota espiritual.
Recién supe darle valor al sacrificio de Jesucristo en la cruz y pude entender el amor de Dios por los perdidos. (La verdadera conversión no se da por el mucho estudio de la Palabra).
En el contexto de Juan 3 se entiende el término creer como obedecer. ¿Cuál sería el objeto de creer en Jesucristo como Señor y salvador sin obedecer su palabra?
Si tenemos a Cristo Jesús como Señor no es para decirle, «mi Señor yo creo en ti, pero seguiré viviendo según mi voluntad», a eso se llama fe intelectual.
Él nos diría que no hay otra forma de creer que obedecer sus preceptos sometiéndose a su divina voluntad y a su señorío, porque el es Rey de reyes y Señor de señores.
Entonces podemos concluir que quien se somete a su voluntad no es condenado y quien no quiere o se resiste a someterse a su voluntad ya ha sido condenado.
La humanidad completa estaba condenada antes de la venida de Cristo al mundo, y a partir de su obra salvifica en la cruz los que en Él creen, que son los que viven para hacer su voluntad, ya no son condenados.
¿Cuan grande es entonces la miseria de los que no creen? Éstos no tienen escapatoria porque en este mismo momento ya están condenados, es doloroso ver cómo el contenido de sus corazones les lleva a estar ciegos y sordos, y no darse cuenta de su terrible situación actual y futura en la eternidad.
Están expuestos a juicio por todo su pecado que va en contra de la ley de Dios. Las escrituras afirman que el hombre natural es esclavo del pecado.
El pecado es tan sutil que logra que el hombre piense que hace lo que quiere, sin advertir que es el pecado, dentro de su condición caída, que le lleva a rechazar a Dios y a no creer.
Oremos en agradecimiento y también por misericordia.
Les deseo un día muy bonito, lleno de bendiciones.