¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros? 1 Corintios 6:19 RVR1960
Queridos amigos, el impío dice ser dueño de su propio cuerpo, pero está en un error, porque si fuera realmente así, la ley del hombre no penaría, por ejemplo, el suicidio. Insisten que ser dueño de su propio cuerpo es parte de la libertad, pero no disciernen que sólo son esclavos de sus apetitos, porque están vendidos al pecado.
Es un tema muy discutido por el hombre natural y hasta toma suficiente forma como para ser tratado en círculos científicos y filosóficos, pero no es más que otro tópico dentro de las esferas de la vanidad del hombre, porque el cuerpo no es propiedad del hombre ni del estado, sino de Dios, como el resto de todas las cosas.
Aunque por la cada vez mayor dimensión que la maldad toma en el mundo, en varios países se promulga la eutanasia, una especie de suicidio consensuado, justificado en la pérdida de la calidad de vida. Y ni qué decir del aborto.
Es extraño pensar en el porqué de la prohibición de la muerte autoinflingida, si la sociedad permite el uso libre del tabaco y, cada vez más, el de la marihuana, además de que se puede beber alcohol en plena libertad en las cantidades que uno quiera. ¿Acaso no se trata de un autorizado atentado al cuerpo que el estado tanto cuida?
Al ser legal el uso del tabaco se está promoviendo la adicción, lo cual no es una decisión libre del fumador. El no fumador puede decidir si fumar o no, pero una vez adentro, muchos ya no pueden abandonar la adicción del tabaco. Lo mismo sucede con otras drogas lícitas como el alcohol y la marihuana, para no hablar de lo ilícito, contra lo cual la ley actúa tan pomposamente.
Pero existen otro tipo de adicciones relacionadas con el cuerpo, por ejemplo, está la del sexo, la del ejercicio físico, la de comer en exceso y la de no comer, las cirugías estéticas especialmente en mujeres, la adicción a los medicamentos, entre otros.
Las adicciones suelen conducir a desordenes físicos y también mentales, los cuales terminan por afectar a la familia, al entorno y también a la sociedad en su conjunto. Observamos el terrible efecto que puede tener el no cuidar el propio cuerpo o extralimitarse en esa supuesta libertad.
El hombre natural cae en vicios y debe luchar para salir de ellos, en contraposición el hombre espiritual no debe ni siquiera pasar por la puerta de entrada a la casa de los vicios, su deber es huir y hacer un rodeo gigante, si fuese necesario, para mantenerse alejado de ellos.
El cuerpo del hombre natural suele, casi siempre, salirse con la suya. El acto sexual está hecho para el cuerpo, entonces hay que fornicar. La comida y la bebida están hechas para el estómago, entonces hay que comer, beber con deleite mientras se pueda, normalmente en exceso.
El poder de los deseos carnales no suele apoderarse de los creyentes como lo hace con los impíos, no porque los convertidos sean mejores, sino porque el Espíritu Santo mora en ellos, y porque por Su poder fueron regenerados a vida nueva.
El cristiano verdadero sabe que el cuerpo es para y del Señor, y debe ser usado para caminar en santidad, lo contrario sería convertirlo en instrumento de pecado. El creyente debe guardarse de las lujurias carnales, de lo contrario está deshonrando a Dios.
Sabemos que todo le pertenece a Dios, pero el cristiano sabe que fue comprado por precio de inconmensurable valor por su Señor Jesucristo, tal cual un esclavo es comprado en una subasta. La libertad está en Cristo, porque el convertido ya no es esclavo del pecado, pero pasa al estado glorioso de ser siervo de su Señor, por lo tanto, cualquier acto inmoral contra el cuerpo también es contra el Espíritu Santo, que mora en el cuerpo.
Glorifiquemos a Dios en todo momento y lugar en cuerpo y espíritu hasta nuestro último segundo de vida terrenal.
Les deseo un día muy bendecido.
“Es mejor decir la verdad que duele y luego sana, que la mentira que consuela y luego mata”. A.R.