Así que, aunque os escribí, no fue por causa del que cometió el agravio, ni por causa del que lo padeció, sino para que se os hiciese manifiesta nuestra solicitud que tenemos por vosotros delante de Dios. 2 Corintios 7:12 RVR1960
Queridos amigos, en la iglesia de Corinto el pecado era evidente, en especial el pecado sexual.
Las cosas en Corinto no le salieron muy bien al apóstol Pablo. Realizó un esfuerzo por remediarlas y fue de visita, pero todo empeoró, situación que hería profundamente su corazón, porque él sólo buscaba hacerles el bien a sus hermanos en la fe.
Esto condujo a que redactara una dura carta dirigida a los corintios, pues no vio otro camino que la justa reprensión. Se suele decir que es mejor una colorada que varias amarillas, y exactamente eso hizo Pablo, pero probablemente fue la última medida que hubiese querido tomar.
La reprensión, especialmente cuando es dura, conlleva dolor. Pero cuando es necesaria es inevitable. Pablo reprendió en amor impulsado por la necesidad de enderezar lo chueco que había dentro de la iglesia.
Muchos miembros de la iglesia no lo estaban viendo. Eran creyentes pero con muy poco desarrollo espiritual, los cristianos carnales. Pablo se veía en la obligación de poner punto final a las prácticas que se venían desarrollando, casi como normales.
El apóstol se estaba atribuyendo el derecho de reprenderlos, es el derecho que todo creyente verdadero tiene ante sus hermanos, en realidad es una obligación corregir el error. El amor entre hermanos es tal que aquel que tiene mayor discernimiento o mayor crecimiento debe esforzarse por mostrarle el camino adecuado en amor a quien sea necesario dentro de la iglesia.
Cuando se presenta algún motivo de reprensión el pensamiento del mundo suele ser “ahora van a ver, porque les voy a sentar la mano”. Prima lo correcto más que el amor. En la reprensión cristiana no se debe separar lo correcto del amor, porque se hace lo correcto por amor y en amor a Dios.
Es imprescindible erradicar el mal de raíz, reemplazándolo por el bien, para que el bien perdure. Nadie debe quedar desanimado, las caídas para el cristiano son frecuentes, Cristo anima, ayuda a levantarse y a continuar adelante después del arrepentimiento y el pedido de perdón.
El pecado representa un escollo a ser superado y suele levantar barreras entre los agraviados y quienes agravian, entre los que pecan y los que observan o se ven afectados por el pecado.
El pesar en el corazón del creyente cuando reconoce haber pecado, produce arrepentimiento y restauración, y en ese sentido no hay mejor cosa que la reconciliación, porque no solo es motivo de alivio, sino también de gozo.
Pablo aclara en su segunda carta, que les había reprendido duramente y que lo sentía, pero su intención no era denigrar al agraviador, o satisfacer al que padeció agravio, sino para que vieran el genuino interés amoroso delante de Dios, que él, como creyente verdadero, tenía por ellos. Confiaba en que entre creyentes es posible allanar todas las fricciones a causa del pecado mediante el amor de Jesucristo.
El convertido sabe que se puede restaurar a sus hermanos verdaderos, que se los puede recuperar para que anden por el camino de Dios, tiene confianza en Dios y en sus hermanos en Cristo. Qué hermoso ejemplo de pastoreo, de cómo se debe y puede encaminar a las ovejas descarriadas del rebaño, actuando con amor y misericordia.
Les deseo un día muy bendecido.
“Es mejor decir la verdad que duele y luego sana, que la mentira que consuela y luego mata”. A.R.