Pues éste es el amor a Dios, que guardemos sus mandamientos; y sus mandamientos no son gravosos.» 1 Juan 5:3 RVR1960
Queridos amigos, muchos de nosotros hemos crecido conociendo el primer mandamiento de una manera, por así decir, sesgada: «Amar a Dios sobre todas las cosas».
En mi pobre entendimiento yo pensaba, primero Dios después todas las cosas y en mi entender los humanos no somos cosas, además que no tenía mucha idea de cómo podría amar a Dios, vaya complique el que tenía.
Gracias a Dios empecé a leer la Biblia y descubrí que el primer mandamiento contiene mucho mayor riqueza que la que conocía.
Es muy diferente que te digan ama a Dios con todo tu corazón, con toda tu mente, con toda tu alma y con todas tus fuerzas.
A través de esas palabras llegué a entender que el mandamiento es amar a Dios con todo mi ser, con toda mi esencia y que debo poner toda mi voluntad y todo mi esfuerzo en amarle.
Entonces la consecuencia del amor es la obediencia.
Adicionalmente se me clarificó la idea de cómo amarle, porque el amor a Dios no se trata de un sentimiento, ¡”oh cuánto te amo Dios!», sino de un deseo profundo de serle obediente.
La obediencia consiste en esforzarse por cumplir con sus mandamientos.
El esfuerzo debe ser total, comenzando con la mente, velando por no generar pensamientos de maldad, velando por no contaminar nuestro corazón.
Tenemos que ser esforzados y valientes, es decir tener un alma fuerte para ser valientes y poner todas nuestras fuerzas en nuestro amor por Dios.
Un alma fuerte se consigue a través de la fe en el poder de Dios, sabiendo que no estamos solos, que Él es nuestra roca y fortaleza.
Sin fe es imposible amar a Dios, y el autor de la fe es Cristo Jesús.
Por lo tanto es necesario que reconozcamos a Jesucristo como nuestro Señor y salvador y que recibamos el don de fe del Padre.
Si bien los mandamientos fueron dados para que el hombre no los pudiera cumplir en su propia fuerza y por tanto no pueda prescindir del poder divino para cumplirlos, éstos en sí mismos no son gravosos, como lo fueron otros mandamientos de origen humano, que representaban una carga pesada.
El problema radica en nuestra imposibilidad de cumplir uno solo de los mandamientos por nuestra naturaleza caída, es decir por ser pecadores por naturaleza.
Jamás seremos salvos por esforzarnos por cumplir la ley, sin la intervención de Jesucristo en nuestras vidas.
Es por eso que Jesús dice que hallaremos descanso en Él después de haber seguido el infructuoso camino de querer obtener salvación por obras (por querer ser buenos), porque su yugo es fácil y ligera su carga.
Requerimos nacer de nuevo para que realmente tengamos el gran anhelo de vivir alejados del pecado, es decir queramos cumplir genuinamente con los mandamientos y que éstos no representen una carga pesada para nosotros.
Que Dios nos bendiga con su maravilloso don de fe.