Amado, no imites lo malo, sino lo bueno. El que hace lo bueno es de Dios; pero el que hace lo malo, no ha visto a Dios. 3 Juan 1:11 RVR1960
Queridos amigos, somos una sociedad de imitadores. Imitamos todo lo que nos parece atractivo, sin necesariamente detenernos a pensar si es bueno.
Un botón como ejemplo. Seguimos la moda y creemos que quien no la sigue está «out», fuera de contexto. Una moda que gracias a Dios ya está pasando es la de los pantalones a la cadera, que cada vez que la chica se agacha se le ve hasta el alma. La moda vence al pudor, la gente lo sabe pero no le importa. Todo sea para estar «in», acorde a los cánones de la moda.
Algunos dirán, ¿a quién le hace daño? He escuchado por parte de algunas mujeres, «si no quieren ver que no vean, y si ven que se antojen y se aguanten». ¿Vemos cómo en una falta de temor de Dios estas personas se convierten en piedra de tropiezo para los varones?
Por eso que Juan nos exhorta a no imitar lo malo. Para lograrlo es preciso acudir al razonamiento acompañado del conocimiento de la palabra de Dios, es decir verificar si lo que nos proponemos llevar a cabo es bueno o solo una vil imitación de lo malo.
Sin embargo leer la palabra sin haber nacido de nuevo puede ser de beneficio pero no será alimento espiritual. Para nacer de nuevo es preciso reconocer a Jesucristo como Señor y salvador, entonces el Espíritu Santo regenerará nuestro espíritu para una vida nueva, el así llamado bautismo en el Espíritu.
Con el Espíritu Santo morando en nosotros empezaremos a ser capacitados para discernir entre lo bueno y lo malo, es ahí cuando la lectura de la Biblia se convierte en estratégica, indispensable para una vida de bien.
Al haber nacido de nuevo somos hechos hijos de Dios, antes éramos sus criaturas, y por ser hijos, también podemos ser catalogados como hombres de Dios.
El que hace el mal no ha visto a Dios, y quien no ha visto a Dios no le conoce, y si no le conoce no puede tener ningún interés por Él, por lo tanto, su pecado no le representa ninguna carga y como consecuencia no tiene discernimiento para no imitar lo malo.
Dios dentro de su gracia común para los hombres, ha implantado el sentido moral en todos, es por eso que podemos diferenciar lo malo de lo bueno. El problema es que al no conocer realmente a Dios dejamos que nuestra carne, el mundo y Satanás nos engañen, llevándonos por el camino alejado de Dios.
Que Dios nos aleje de todo engaño y nos permita diferenciar con claridad entre lo bueno y lo malo.