Y perseverando unánimes cada día en el templo, y partiendo el pan en las casas, comían juntos con alegría y sencillez de corazón, alabando a Dios, y teniendo favor con todo el pueblo. Y el Señor añadía cada día a la iglesia los que habían de ser salvos. Hechos 2:46-47 RVR1960
Queridos amigos, una cantidad importante de gente busca respuestas en las religiones, pensando que ese es el camino a lo espiritual y divino.
Una de las opciones que estas personas tienen para escoger son las congregaciones de índole cristiano, normalmente quienes les invitan les dicen «es bonito, te va a gustar». Son recibidas con los brazos abiertos, se les brinda sonrisas y buen trato y se las incentiva a seguir asistiendo. Existe el concepto generalizado que cuanto más adeptos tenga una congregación más bendecida estará…
Las congregaciones se van llenando de estos buenos simpatizantes, que asisten domingo tras domingo a oír las edificantes y alentadoras prédicas de pastores afanosos por conquistar almas.
El humano por naturaleza tiende a buscar a la deidad, a fin de contar con un ser superior de referencia en su vida. De otra manera no existieran la infinidad de (falsas) religiones en este mundo.
En Latinoamérica la tradición heredada es la religión católica. Desde ese punto de partida se desarrollan otras opciones religiosas «parecidas», como ser los mormones, los testigos de Jehová y denominaciones diversas dentro del ámbito cristiano: bautistas, metodistas, adventistas, etc. Muy pocos son los que siguen religiones orientales como el budismo o el sintoísmo, tampoco se tienen muchos musulmanes por estas latitudes.
En función a la oferta existente es que las personas deciden adónde ir, ponderando su decisión principalmente en función de cuán cómodos se sienten en el lugar de su elección.
Hasta acá se puede observar que se están llenando un par de vacíos, el de sentir que tienen algún tipo de contacto con la deidad y que cumplen con lo espiritual, y esto, hasta aquí, tiene un toque de influencia cultural más que espiritual, porque mucha gente dice «en algo hay que creer , no importa en lo que creas, lo importante es creer».
En la medida que a estas personas buscadoras de la deidad les sea predicado el Evangelio de Jesucristo existe la posibilidad de que se conviertan, porque la Biblia es clara cuando dice que la fe salvadora llega por el oír la Palabra de Dios.
De esa masa humana salen muchos de los que por misericordia y gracia son escogidos por Dios, aquellos que oyen las buenas nuevas y reciben el don de fe salvadora para creer en Jesucristo como su Señor y salvador y de esa manera hacer efectiva Su muerte en la cruz a fin de nacer a una vida nueva de carácter espiritual, cuyos cambios se deben ver reflejados en la vida terrenal de los convertidos.
Existe un problema y radica en que en el transcurrir del tiempo no todos son convertidos dentro de una congregación. Existe una suerte de división, digamos poco visible, porque una buena parte de los asiduos son movidos por intereses terrenales diferentes a los que mueven a los que con genuino anhelo buscan seguir en obediencia a Cristo.
De ninguna manera estoy en contra que, para fines de estudio, de alabanza, etc. se reúnan píos e impíos. Sin embargo, eso implica que los convertidos tienen espacios reducidos, si realmente los tienen, para desarrollar momentos de comunión y todo lo que conlleva una reunión de esas características.
Estoy seguro que muchos estarían encantados de reunirse lo que hacían los hermanos de la Iglesia primitiva, reunirse en casas (no son células) y departir la cena del Señor, compartiendo la alabanza y la oración.
El hecho de que asistieran al templo todos los días resalta su amor por Jesucristo. Observemos que el templo era una herencia judía y que Dios no habita en ninguna construcción, por tanto el lugar de reunión no es lo relevante.
Reuniones sencillas de creyentes humildes y piadosos con un corazón dedicado al Señor. Tenían hambre y sed por estar en comunión con Dios y estaban sobre abundados por el amor dado por el Espíritu Santo, viviendo cada uno para el otro. No había espacio para simpatizantes, éstos de todas maneras habrían huido rápidamente al ver que no había lugar para el mundo, por el estilo de vida renovado que los escogidos llenos de gracia llevaban.
Vemos que la tradición y la cultura influencian y hasta dominan a la Iglesia de Jesucristo, lo cual impide en cierta medida que los creyentes verdaderos salgan de sus congregaciones para buscar y encontrarse con sus hermanos en Cristo y compartir de manera similar a como lo hacían los antiguos hijos de Dios.
Este es un llamado a la unión de la verdadera Iglesia de Cristo.
«El que tiene oídos para oír, oiga.»
Que Dios les bendiga con su infinita gracia.