Oh hombre, él te ha declarado lo que es bueno, y qué pide Jehová de ti: solamente hacer justicia, y amar misericordia, y humillarte ante tu Dios. Miqueas 6:8 RVR1960
Queridos amigos, se acerca la Semana Santa y ya se empiezan a verse los consabidos actos religiosos.
Tan sorprendente como cierto, hasta un periódico hace marketing con elementos tradicionales religiosos. Ofrecen una palma bendita en su edición del domingo de ramos. “Junto a la Razón acepta tu bendición”…
Al igual que el pueblo de Israel en los tiempos de Miqueas el pueblo de estos días vive apartado del Señor. Dios podría, como lo hizo en esos días, llamar a las montañas para que sirvieran como testigos y confirmaran la culpabilidad del pueblo. Estaba a la vista, como lo está también ahora, su forma de vida completamente alejada de Dios y su paganismo.
Los que no conocen la Palabra tendrán el argumento de la ignorancia al momento de ser imputados por Dios con cargos tan graves que ameritan la sentencia de muerte eterna. La primera reacción de quienes no saben cómo agradar a Dios es la de realizar actos religiosos externos a su favor, como hacer holocaustos y sacrificios postrándose ante Él.
Lo que Dios valora es la actitud del corazón, Él quiere que adoremos en espíritu y en verdad (Juan 4:23). El acto de adorar de manera externa sin que en el interior se tenga la actitud correcta es vano. Es lo que Jesucristo les echaba en cara a los fariseos que diezmaban la menta, el eneldo y el comino dejando lo más importante: la justicia, la misericordia y la fe (Mateo 23:23).
Dios esperaba y espera una reacción en el corazón de Su pueblo y lo que ellos hicieron fue hacer lo tradicional, lo de siempre, lo automático, que también se realiza en estos días. Se considera que con tales actos Dios se debe dar por satisfecho y debe dejarlos seguir viviendo en tranquilidad.
El Señor quería y sigue queriendo que la vida de Su pueblo sea otra, sustentada en la justicia, siendo honesto en todo lo que se haga, en la misericordia, teniendo compasión de todos y en la humildad, confiando en las promesas de Dios, viviendo una vida comprometida en sumisión al Creador.
No se puede tener paz con Dios sino a través de la obra redentora de Jesucristo. Cualquier otra propuesta de paz no tiene sentido, porque no satisface las exigencias de la justicia de Dios.
Solo quien tiene a Cristo en su corazón es realmente consciente del mal que le ha hecho a Dios con su pecado, sabe del valor de la sangre derramada por el Señor Jesucristo, tiene un espíritu llamado a vida nueva para iniciar una vida en santidad. Por lo tanto, está preparado, munido de una fe genuina, para vivir en justicia, amar la misericordia y amar al Dios que le bendice con maravillosa gracia.
No pensemos más en actos de retribución a Dios, nada le podemos retribuir, ni nada le podemos dar ni nada podemos hacer por Él, que no sea la obediencia. Tampoco es olor fragante para Él la adoración externa y otro tipo de dádivas o sacrificios cuando el corazón no está dispuesto.
Nuestros pensamientos, nuestro corazón, nuestra alma y nuestras fuerzas deben estar centrados en buscar la obediencia y vivir para Su justicia, si queremos andar en comunión con Él.
Bendito sea el Señor que envió a su Hijo para morir en sacrificio por nosotros y que nos regala su gracia. Alabado sea el Señor porque Él nos declara lo que es bueno.
Les deseo un día muy bendecido.