Sométase toda persona a las autoridades superiores; porque no hay autoridad sino de parte de Dios, y las que hay, por Dios han sido establecidas. Romanos 13:1 RVR1960
Queridos amigos, en estos tiempos revueltos este pedido suena para muchos como casi imposible de cumplir.
El hecho más fresco de estos días realizado por las autoridades superiores lo vemos en Perú, con un presidente que se vio obligado a renunciar por corrupción, habiendo pataleado hasta donde más pudo sin el menor tono de rubor en la cara. Según lo expuesto por el apóstol Pablo el pueblo cristiano peruano debió haberse sometido a este político hasta el momento en que depuso su mandato.
Este es un precepto para los cristianos, entonces, ¿el resto no cristiano puede respirar tranquilo?
La ley de Dios, que incluye Sus mandamientos, preceptos y estatutos no es exclusiva para los creyentes. Si así fuera los impíos estarían exentos de su cumplimiento, por tanto no habría motivo para ser castigados en el infierno.
La realidad es que la humanidad completa es transgresora de la ley y por tanto está destinada a juicio y castigo. Los impíos no tienen los sentidos abiertos para percibir espiritualmente, no aman a Jesucristo y menos desean serle obedientes, y por eso desconocen en gran parte la ley de Dios. Para ellos el precepto que nos ocupa linda en lo exageradamente ridículo, porque sujetarse, es decir someterse, pasó de moda hace tiempo.
La sujeción es una actitud correcta de los creyentes ante autoridades, líderes, gobernantes y principalmente ante Dios. Se exige sujeción recíproca entre creyentes (Efesios 5:21), de las mujeres hacia sus maridos (no es dependencia ni esclavitud), de los maridos hacia Cristo, de los jóvenes ante los mayores, del discípulo ante su maestro y también es la actitud de la Iglesia hacia el Señor Jesucristo.
Hay que sujetarse a las autoridades superiores, se refiere al gobierno local o nacional, es decir las autoridades oficiales públicas; y tan extraño como parezca, el motivo de sujeción se sustenta en que no existe autoridad que no provenga de Dios.
En el mundo el orgullo y la carnalidad siempre encuentran motivos para el descontento y la murmuración. En la mayoría de reuniones no faltan los comentarios duros contra las autoridades, en muchos casos justificados y en otros sesgados por tendencias políticas.
Aunque las autoridades vigentes sean paganas deben ser respetadas por los cristianos. El sentido no solo es el de obedecer sus leyes y decretos, sino también el de no hacer nada para perturbar su gobierno, es decir, que las personas creyentes se deben comportar con tranquilidad para preservar la paz, manteniendo un testimonio efectivo.
Los cristianos deben vivir como Dios manda sin importar la forma de gobierno, alejados de delinquir, de todo fraude y de toda práctica deshonesta. Muchos se quieren justificar, por ejemplo, de su contrabando o evasión de impuestos con el argumento de que sus aportes van directamente a los bolsillos de las autoridades. Este comportamiento y otros constituyen una rebelión para con las autoridades y también para con Dios.
Existen gobiernos que no respetan los derechos del hombre ni su libertad, lo cual no conlleva a que el cristiano piense que los derechos y la libertad además de ser una concesión divina, tiene como responsabilidad luchar por ellos, no importando las consecuencias ni los medios.
Ninguna desobediencia se justifica, ni las acciones civiles pacíficas ni las violentas. No tiene sentido para el creyente unirse con grupos de no creyentes para conseguir objetivos comunes, que con seguridad no tienen nada de espiritual.
No es objetivo del cristiano moralizar la cultura trabajando desde afuera, sino vivir para la obra central que es el Evangelio trabajando desde adentro, viviendo una vida de piedad.
Conviene a los cristianos aferrarse a este precepto y practicarlo, sin importar el comportamiento de los demás. Si no son de este mundo, pero viven en él, deben comportarse como todo forastero debería hacerlo: tranquilos y pacíficos.
Les deseo un día muy bendecido.